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PRECISIONES TERMINOLÓGICAS SOBRE EL SADISMO

TERMINOLOGY PRECISIONS ON SADISM

Francisco Javier de Santiago Herrero: Doctor en Psicología. Profesor de la


Universidad de Salamanca. Director de la Unidad de la Conducta Criminal de la
USAL. E-mail: desantiago@usal.es
María Montfragüe García Mateos: Doctora en Psicología. Profesora de la
Universidad Pontificia de Salamanca. E-mail: mmgarciama@upsa.es
Alejandra Lin-Ku: Doctora en Psicología. E-mail: alejandralinku@gmail.com
Luis Miguel Sánchez-Gil. Criminólogo. Subdirector de la Unidad de Análisis de la
Conducta Criminal de la Usal. E-mail: sanchezcycf@usal.es

PALABRA CLAVE | KEYWORDS


Masoquismo, perversión, psicoanálisis, Sacher-Masoch, Sade, sadismo
Masochism, Perversion, Phychoanalysis, Sacher-Masoch, Sade, Sadism

RESUMEN | ABSTRACT
En este artículo ponemos en cuestión el binomio del sadomasoquismo defendido en
general por el psicoanálisis freudiano. Proponemos en su lugar la independencia de
estas dos expresiones de la perversión, apoyándonos en el estudio y análisis de las
obras del Marqués de Sade y de Sacher-Masoch realizado por Gilles Deleuze.
In this article we call into question the binomial of sadomasochism defended in
general by freudian psychoanalysis. We propose in its place the independency of
these two expressions of perversion, based on the study and analysis of the works of
the Marquis of Sade and Sacher-Masoch done by Gilles Deleuze.

1. INTRODUCCIÓN

El psicoanálisis freudiano nos presenta el sadismo y el masoquismo –los dos


máximos representantes de la perversión1– como las dos caras de la misma moneda.
La perversión, al igual que toda patología en general, nace en el ámbito social y
judicial ante la necesidad de juzgar ciertos comportamientos considerados como
desviados. Así pues, muchos desórdenes mentales son denominados e investigados a
partir de su inserción dentro de los extremos de la campana de Gauss. A partir de este
modo de entender la psicopatología muchos profesionales clínicos se han centrado en
exceso en la sintomatología, dejando al sujeto de lado y teorizando, cada vez más
apartados de la práctica clínica y más preocupados a su vez de encajar a las personas
en sus hipótesis.
Es menester también volver a la realidad humana con toda su complejidad,
prestar menos atención a la perversión y más a los perversos, en otras palabras,
volver a la literatura del Marqués de Sade y de Leopold von Sacher-Masoch. No
debemos olvidar que nadie puede enseñarnos más acerca de la realidad perversa que

1 Lin-Ku, 2016.
el propio perverso que la vivencia.
Por tanto, no es de nuestro interés valorar el grado de normalidad de las
diversas conductas perversas ni hacer juicios condenatorios, sino comprender al
sujeto perverso, sádico o masoquista, en su totalidad. Que sus actos y pensamientos
se salgan de la lógica del hombre medio no tiene porqué conducirles necesariamente
a ser tachados como sujetos anómalos y enfermos. De este modo, a partir de la
literatura de Sade por un lado, y de Masoch por el otro,
estudiaremos las particularidades, las similitudes y las A partir de la
diferencias entre sadismo y masoquismo y proponemos que literatura del
sadismo y masoquismo son entidades independientes y no Marqués de Sade y
complementarias. de Leopold von
Puesto que el juicio clínico está repleto de prejuicios, Sacher-Masoch
hay que volver a empezar todo por un punto situado fuera de estudiaremos las
la clínica, el punto literario, desde donde fueron nombradas particularidades, las
las perversiones. No es casual que el nombre de dos similitudes y las
escritores sirva aquí de designador; es posible que la crítica diferencias entre
(en el sentido literario) y la clínica (en el sentido médico) sadismo y
estén decididas a entablar nuevas relaciones donde la una masoquismo.
enseñe a la otra, y recíprocamente2.

2. SADISMO Y MASOQUISMO COMO REPRESENTANTES DE LA


PERVERSIÓN

De entre las múltiples caras de la perversión, cobran especial relevancia el sadismo y


el masoquismo. Autores de todos los tiempos apuntan a que ambos son las
expresiones fundamentales de dicha estructura, o al menos que su presencia es muy
común dentro de la diversidad de manifestaciones perversas.
Krafft-Ebing señala que el sadismo, sobre todo en sus manifestaciones
rudimentarias, parece ser algo común en todas las perversiones sexuales 3. Stekel
identifica sadismo y masoquismo con las dos formas básicas de la sexualidad dentro
de su creencia de que todo fenómeno psíquico se manifiesta en el ser humano como
dos fuerzas contrarias.
No haremos justicia a estas parafilias si no volvemos a las dos formas
fundamentales en que puede manifestarse la sexualidad. Todo proceso psíquico está
al servicio de dos fuerzas, que a veces se equilibran y a veces predominan una sobre
otra. Tales fuerzas son, como sabemos, la voluntad de poder y la voluntad de
sumisión4.
Continuando con esta idea de la bipolaridad psíquica, afirma Freud que “el
sadismo y el masoquismo ocupan entre las perversiones un lugar particular, pues la
antítesis de la actividad y pasividad que constituye su fundamento pertenece a los
caracteres generales de vida sexual”5.

2 Deleuze, 2008, p. 16.


3 Krafft-Ebing, citado en Weinberg, 2008.
4 Stekel, 1954, 151.
5 Freud, 1905, p. 1186.
En la misma línea Stekel dice que en toda perversión hay goce en el dolor.
En todas las parafilias, el castigo produce goce, pues no es más que la forma
de expresión negativa (bipolar) del deseo positivo. El placer que produce el acto de
castigar se asocia al placer que produce ser castigado; y el placer de ser castigado
oculta en sí la fantasía positiva de castigar. Ya he hecho notar que el dolor que
produce una alta tensión afectiva se siente como placer6.
Igualmente Stoller7 propone que en toda perversión hay humillación y fantasías
de venganza, aunque para él no existe la perversión sadomasoquista, sino muchas
perversiones sadomasoquistas.
Por último, Fromm se refiere al sadismo y al masoquismo como las dos
perversiones sexuales verdaderas por su condición contraria al impulso de vida.
El deseo sexual, cuando no hay amor, es una expresión de la vida y del mutuo
dar y recibir placer. Pero los actos sexuales que se caracterizan por el hecho de que
una persona es objeto del desprecio de la otra, de su deseo de lastimar, de mandar,
son las únicas perversiones sexuales verdaderas; no porque no sirvan para la
procreación sino porque pervierten un impulso favorable a la vida y lo convierten en
contrario8.

3. LA CUESTIÓN DE LA COMPLEMENTARIEDAD

Clásicamente el sadismo y el masoquismo han sido conceptualizados como binomio.


Desde el planteamiento psicoanalítico reflejan la pareja antagonista de masculino y
femenino, actividad y pasividad, las dos caras de la misma moneda. Luego en el
ámbito clínico, sadismo y masoquismo suelen estudiarse a la par, y es así ya desde
antes de que les prestara atención Freud; la entidad sadomasoquista aparecía ya en
Krafft-Ebing y Havelock Ellis.
Desde el enfoque psicodinámico, por tanto, sadismo y masoquismo, los dos,
juntos, forman una unión simbiótica. El masoquista necesita del sádico tanto como el
sádico del masoquista.
La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquélla;
ninguna de las dos puede vivir sin la otra. La diferencia solo radica en que la persona
sádica domina, explota, lastima y humilla, y la masoquista es dominada, explotada,
lastimada y humillada. En un sentido realista, la diferencia es considerable; en un
sentido emocional profundo, la diferencia no es mayor que lo que ambas tienen en
común: la fusión sin integridad9.
Se cree que sadismo y masoquismo representan la imagen especular el uno del
otro, que comparten la psicogénesis y que rasgos de uno se expresan en el otro.
Pero nosotros hemos comprobado que lo decisivo en los fenómenos de sado-
masoquismo es el afecto; ese afecto proviene de dos fuentes: en el sadista, de su
propio sentimiento de poder, al vencer la resistencia y penetrar con su sensibilidad en
el compañero humillado; en el masoquista, de la superación de las propias

6 Stekel, 1954, 156.


7 Stoller, 1998.
8 Fromm, 1975, 283.
9 Ibíd., 1956, 54.
resistencias (poder sobre sí mismo) y de la penetración sensible en el compañero que
lo humilla. Podríamos demostrar que no se trata de fenómenos separados, sino de
expresiones polares de un único complejo.10
Una evidencia que apoya esta idea es el hecho de que en la fantasía perversa
están bien perfilados ambos roles, el del sádico y el del masoquista, pudiendo deducir
que existe en todo perverso parte de ambos.
Aquel que halla placer en producir dolor a otros en la relación sexual está
también capacitado por gozar del dolor que puede serle ocasionado en dicha relación
como de un placer. Un sádico es siempre, al mismo tiempo, un masoquista, y al
contario. Lo que sucede es que una de las dos formas de la perversión, la activa o la
pasiva, puede hallarse más desarrollada en el individuo y constituir el carácter
dominante de su actividad sexual11.
Que el sujeto se identifique con uno o con otro sólo hace constar cuál de los
dos existe en un modo más superficial, más consciente y aceptable por él. No importa
que el protagonista de su historia sea la víctima cuando el cruel verdugo es también
una creación suya. Por otro lado, que la perversión se exprese en forma de sadismo o
masoquismo depende también de la identificación preponderante con la figura
paterna, rol activo, rol dominador; o con la figura materna, rol pasivo, rol de castrado.
El masoquismo correspondería entonces a un sadismo originario vuelto contra
el propio sujeto, un autosadismo, o sea, por regresión de la proyección de las
pulsiones agresivas desde el objeto al yo, normalmente por sentimientos de culpa.
Ante la angustia de perder el amor de los padres, el niño renuncia a la expresión de la
agresividad y la libido hacia el exterior. “El imperativo categórico de Kant es, por
tanto, el heredero directo del complejo de Edipo”12.
La meta pulsional sufre una transformación en la que el sujeto vuelve a ser
objeto. “Habría, de este modo, en el masoquismo, un retorno al narcisismo, en cuanto
podemos anticipar que el primer objeto del sadismo es el propio cuerpo del niño, el
cual desea dominarlo”13.
El carácter sexual de este autosadismo se debería también a la ligazón con la
pulsión libidinal. La pulsión destructiva tiende a expresarse hacia afuera, mientras
que la pulsión de vida tiende a permanecer dentro del sujeto. Así pues, cuando la
primera vuelve a su fuente original en el interior, queda desde entonces unida a la
segunda. Desde esta conceptualización psicoanalítica, el masoquista perverso se
identifica con la madre para ofrecerse como objeto sexual al padre y poder gozar de
él, pero en esta inversión cae en un segundo miedo a la castración por la actitud
pasiva; sustituye entonces el deseo de ser amado por el padre por el deseo de ser
pegado por él14.
No obstante, es la madre la que pega y no el padre debido a, primero, la
necesidad de escapar de una elección homosexual demasiado manifiesta, segundo,
por la necesidad de conservar aquel primer momento donde la madre era el objeto

10 Stekel, 1954, 81.


11 Freud, 1905, 1186.
12 Ibíd., 1924, 2757.
13 Chazaud, 1976, 100.
14 Freud, 1919, 2471.
deseado, pero asociándole el gesto castigador del padre y, tercero, la necesidad de
reunirlo todo en una demostración dirigida solamente al padre (“no soy yo el que
desea ocupar tu lugar, sino que es ella la que me pega”). En consecuencia, tras la
figura femenina se oculta siempre la figura del padre.
En el caso de que las pulsiones tanáticas volvieran al exterior, la perversión se
expresaría en forma de sadismo, aunque para que el sujeto sádico disfrute de los
dolores que provoca ha de haber padecido primero dolores en su propia carne y
disfrutado de ellos, haber erotizado anteriormente las excitaciones que superan ciertos
límites cuantitativos, es decir, tiene que haber sentido “masoquísticamente” la
relación entre el dolor y el placer propios. Entendido de este modo, el sadismo sería
un masoquismo proyectado, “un masoquismo imaginario aliado al triunfo viril del
egoísmo”15.
Según el marqués de Sade, el masoquismo viene Fue un psiquiatra,
primero y precede al sadismo. Solo por el conocimiento Richard von Krafft-
masoquista del desdoblamiento sexual que goza en el dolor, Ebing, quien situó la
resulta posible al masoquista infligir dolor al objeto y gozar perversión en el
de ello, por identificación, más allá de su finalidad de marco cultural y el
dominio, de poderío sobre el objeto...16 que señaló la
Reik sostiene que la práctica masoquista no alude importancia del
únicamente al sadismo vuelto contra sí mismo, sino que estudio de la
también reproduce las fantasías que el niño tuvo en su literatura y la
momento acerca de la vida sexual de los adultos. filosofía para la
Las prácticas y fantasías masoquistas no son solo medicina y la salud
inversiones de ideas sádicas, sino reanimaciones y mental.
reproducciones de lo que los niños imaginaron que sería la
vida sexual de los adultos. (…) La grotesca mezcla de verdad y error que surge de
esas teorías sexuales infantiles reaparece aquí en la teoría y práctica. (...). Así el
elemento de parodia se origina en ya olvidadas ideas infantiles, como, por ejemplo,
ésa de la mujer que es tratada cruelmente por el hombre, el que la orina o la defeca, y
cosas así17.
De Masi añade que a mayor asimetría entre el sádico y el masoquista, mayor
son la excitación y la satisfacción sexuales. Remarca así la complementariedad rígida
entre ambos roles.
En el sadomasoquismo, en cambio, solo uno debe experimentar todo el placer;
cuanto menos goce el partner o experimente displacer, mayor satisfacción tendrá el
otro. La asimetría de la relación pone de relieve el valor del poder jerárquico: el
sádico se excita por el dominio; el masoquista, por el placer activo de someterse.18
Inflingir o padecer dolor no sería entonces el objetivo principal. Aguantar el
sufrimiento es un acto de consagración y una prueba de sumisión que el masoquista
le brinda al sádico que lo reclama. Por ello la sumisión debe ser activa y pactada, no
obtenida por la fuerza.

15 Bonaparte, citado en Chazaud, 1976, 104.


16 Chazaud, 1976, 102.
17 Reik, 1963, 180.
18 De Masi, 2004, 118.
4. SADE O MASOCH

4.1 PROCEDENCIA TERMINOLÓGICA

Normalmente son los médicos quienes otorgan sus nombres a las enfermedades que
investigan; ejemplos de ello son la enfermedad de Crohn, el Parkinson y el
Alzheimer. Pero las figuras de Leopold von Sacher-Masoch y sobre todo el
Marqués de Sade se hicieron escuchar hasta el punto de convertirse sus apellidos
en las denominaciones de las patologías que designan. Incluso hay quienes
consideran Las 120 jornadas de Sodoma como el primer compendio de desórdenes
sexuales, anticipándose un siglo a los psiquiatras Freud, Krafft-Ebing y Havelock
Ellis. Si bien nadie niega la exactitud y amplitud de dicho catálogo sexual, difiere por
completo de los manuales clínicos. En primer lugar, no conserva la distancia
científica.
La Psychopathia Sexualis de Krafft-Ebing es una larga enumeración
descriptiva de casos de transgresiones sexuales. ¿Cuál es la diferencia con una obra
de Sade? La diferencia es enorme: el narrador de Sade es uno de los personajes, un
libertino (Juliette) o una víctima (Justine); en Krafft-Ebing, no hay narrador sino la
mirada del médico que conlleva una interpretación implícita de las prácticas eróticas
en tanto que extranjeras a sí mismo, enfermas, condenables, “otras”, como
alienadas.19
Y en segundo lugar, porque nos perturba profundamente con su maldad.
Si bien los especialistas reconocen la exactitud casi clínica de su cuadro de las
pasiones, Sade no se atiene en él, ni se acerca, a la estricta objetividad científica: sin
discusión, unos personajes llenos de maldad, un decorado que pervierte el espacio
como máquina de placer, unos comentarios voluntariamente escandalosos hacen que
el proyecto se deslice hacia la ficción20.
De Sacher-Masoch derivó el término “masoquismo” acuñado por Krafft-Ebing
para referirse a “una curiosa perversión de la vida sexual que consiste en desear verse
completamente dominado por una persona del sexo opuesto, soportando de ésta un
trato autoritario y humillante, y que puede alcanzar incluso al castigo efectivo” 21. A
partir de esta definición, la primacía en el masoquismo no es sentir placer en el
dolor como piensan algunos, sino la sumisión y la humillación. Por otro lado,
también a manos de Krafft-Ebing, el término “sadismo” fue tomado del Marqués de
Sade para designar la perversión sexual mediante la cual la propia excitación es
provocada cometiendo actos de crueldad en otra persona.
Por tanto, fue un psiquiatra, Krafft-Ebing, quien situó la perversión en el marco
cultural, el que señaló la importancia para la medicina y la salud mental el estudio de
la literatura y la filosofía.

19 Bedouelle, 2006, 4.
20 Le Brun, 2008, 39.
21 Krafft-Ebing, citado en Castilla del Pino, 1973, 10.
4.2 OBSCENIDAD O DECENCIA

Aunque la idea del sadismo nos lleva a pensar en un amo cruel, el lenguaje de Sade
es paradójico porque es el de una víctima. Los verdugos emplean el lenguaje
hipócrita del orden y el poder establecidos, en busca de motivos que excusen la
realización de sus atrocidades; Sade no busca que lo eximan de culpa alguna. Es más,
sólo las víctimas pueden describir las torturas con la minuciosidad con la que lo hace
él. Esta contrariedad bien podría explicarse, como veremos más adelante, por el
masoquismo (no auténtico) existente en todo sadismo.
Es el lenguaje de Sade también un lenguaje que desmiente la relación del que
habla con aquellos a quienes se dirige, pues no tiene intención de persuadir o
convencer al otro, sino de demostrar, y no sólo en la teoría, sino también en la
práctica a través de los imperativos pronunciados por los
libertinos de sus novelas, libertinos que profesan el más Si del lado del
íntegro ateísmo y la más radical anarquía. Sade obliga a sádico nos
escuchar todo lo que tiene que decir. encontramos con
Porque el imperativo del fantasma sadiano, antes que una intención
su escenificación en lo imaginario de las escenas sexuales, es demostrativa, del
de entrada un hay que oír, y en eso está relacionado con lo lado del masoquista
más estructural de la perversión. Antes de que el miembro acontece justamente
monstruoso fuerce el orificio, anal o vaginal, de la víctima, el lo contrario.
enunciado del fantasma fuerza la oreja del lector. La fuerza
por su monstruosidad, por su violencia, pero también y sobre todo lo fuerza por la
voluntad totalitaria que implica. (...) Para él, el imperativo de gozar mediante el
crimen se convierte, dentro de su prisión, en el imperativo de decirlo todo a través de
la escritura22.
En este punto se diferencia el libertino sadiano del perverso freudiano, pues
bajo la concepción de Sade “el verdadero ateo, en la medida en que realmente exista,
no se ata a ningún objeto: obedece a sus impulsos, al movimiento perpetuo de la
naturaleza cuyas criaturas solo son espuma para él”23, mientras que para Freud sí
existe cierta relación de dependencia del perverso con su víctima:
En este estado, la conciencia queda fijada a la realidad del prójimo que ella
aspira a negar, pero que solo intensifica por el amor-odio que le confiesa: el
depravado permanece atado a la víctima de su lujuria, a la individualidad de esa
víctima cuyos sufrimientos quisiera prolongar “más allá de los límites de la
eternidad, si pudiera tenerlos”.24
Si del lado del sádico nos encontramos con una intención demostrativa, del
lado del masoquista acontece justamente lo contrario:
El héroe masoquista parece educado y formado por la mujer autoritaria, pero
en lo más profundo es él quien la forma y la disfraza, y le sopla las duras palabras que
ella le dirige. La víctima habla a través de su verdugo, sin reservas25.

22 André, 1995, 25.


23 Klossowski, 2005, 82.
24 Ibíd., 82.
25 Deleuze, 2008, 27.
Y es que el lenguaje de Masoch no tiene nada que ver con la obscenidad y la
provocación de Sade. “Pero, negras o rosas, las descripciones llevan siempre el sello
de la decencia”26. Cumple, no una función demostrativa, sino dialéctica. El lenguaje
de Masoch apela a la persuasión y a la educación. El personaje masoquista es una
víctima en busca de su verdugo, de crear una alianza con él y educarlo. Por ello los
anuncios clasificados forman parte del mundo masoquista al igual que los contratos.
Por supuesto, esta relación de educación posee los mismos riesgos que
cualquier otra empresa similar: la del fracaso inherente a todo proyecto pedagógico.
En todas las novelas de Sacher-Masoch la mujer persuadida conserva una última
duda: si podrá o no sostener el rol acordado, pecando en exceso o en defecto. Dice
Wanda en La Venus de las pieles: “Tengo miedo de no poderlo hacer; pero lo
ensayaré por ti, bien mío, a quien amo como nunca amé a ninguno” 27, pero también:
“cuidado, que puedo aficionarme”28. Así, bajo la aparente opresión ejercida sobre el
masoquista hay en realidad consentimiento e incluso persuasión de la víctima sobre
su amo.
Severino, desde su posición de esclavo, va moldeando de poco en poco a
Wanda para que encaje con su ideal de mujer tirana. Ahora bien, nadie intenta
establecer un determinado tipo de relación si de forma inconsciente no percibe la
posibilidad de la misma en el objeto. De lo que se trata es de hacer que la sádica
Wanda se descubra como tal y actúe como tal.
El psicoanálisis defiende una idea similar: es en realidad el masoquista quien
domina el juego erótico mediante el moldeamiento del amo, quien busca activamente
saciar su “apetito” por sufrir29. Sádico y masoquista se necesitan y se agreden
mutuamente.
Pero también en el objeto poseído queda ostensible, aunque más
disimuladamente, el componente agresivo, bien mediante la tolerancia de la agresión
del otro y la subsiguiente fijación de la dependencia; bien a través de una agresión
secundaria, una vez que el objeto poseído se sabe de alguna manera dueño indirecto
del posesor.30
Con fines tan distintos encontramos también formas distintas de expresión
entre un autor y otro. El discurso de Sade sugiere spinozismo, naturalismo y
mecanicismo penetrados de espíritu matemático. Es un lenguaje delirante cuyas
descripciones se empapan de compulsión y repetición de actos criminales, crueles y
repugnantes, que se suman y se amontonan hasta el caos y la más pura negación.
Así pues, los héroes sádicos sueñan con un crimen universal e impersonal
que sólo pueden alcanzar mediante la omnipotencia del pensamiento bajo la ideal del
Mal, y bajo este ideal demasiado perfecto se frustran ante la pobreza de sus crímenes
reales, por más que multipliquen las víctimas y los dolores. “Para el libertino se trata,
pues, de cegar la distancia entre los dos elementos, aquel del que dispone y aquel que
él piensa, lo derivado y lo original, lo personal y lo impersonal”31.
26 Ibíd., 29.
27 Sacher-Masoch, 1973, 122.
28 Ibíd., 122.
29 Nacht, 1968.
30 Castilla del Pino, 1973, 64.
31 Deleuze, 2008, 31-32.
Sin embargo, frente este desenfreno y aceleración sin igual no hay atisbo de
entusiasmo como en el caso del pornógrafo, apasionado tras el objetivo de la cámara.
Únicamente hay cabida para la apatía y la sangre fría, la monotonía y la condensación
de las aberraciones, donde la minuciosidad cuantitativa y cualitativa de las
descripciones es imprescindible. Hay que evitar a toda costa que la violencia se disipe
entre una inspiración y otra, desligarla incluso de los placeres a los cuales quedaría
uno sometido si cae en el error de detenerse en su carrera criminal. Sólo así el
libertino consigue negar la naturaleza que hay dentro y fuera de él, a negar su propio
yo. Es el placer de la demostración. No nos equivoquemos pues, no se trata de deleite
carnal, sino de goce.
Así pues, diremos que el acto sexual perverso, en su formulación más
altamente civilizada y más oscuramente rebelde (la de un Sade aún no definido como
sádico por el discurso psiquiátrico), constituye ante todo un relato, una oración
fúnebre, una educación macabra, en resumen, un arte de la enunciación tan ordenador
como una gramática y tan desprovisto de afecto como un discurso de retórica.
El acto sexual sadiano solo existe como una combinatoria cuya significación
excita el imaginario humano: un “lo real”, en estado puro, imposible de simbolizar. 32
Por el contrario, el discurso de Masoch está impregnado de imaginación
dialéctica y platonismo en el sentido de una búsqueda de la ascensión hacia lo
inteligible, la ascensión de la obra de arte a las Ideas a través de los latigazos. El
proceso sustentador de toda su obra y pensamiento es el suspenso.
No es exagerado decir que fue Masoch quien introdujo el arte del suspenso en
la novela como mecanismo novelesco en estado puro: no solo porque los ritos
masoquistas de suplicio y sufrimiento entrañan auténticas suspensiones físicas (el
héroe será enganchado, crucificado, colgado), sino también porque la mujer-verdugo
adopta poses fijas que la equiparan a una estatua, un retrato o una fotografía. Porque
ella suspende el ademán de descargar el látigo o de entreabrir sus pieles. Porque ella
se refleja en un espejo que congela su pose.33
En resumen, nada tiene que ver el lenguaje de Sade con el de Masoch. El
lenguaje sádico es encarnado por el personaje del libertino apático y cruel quien, a
través de su ateísmo y anarquismo, posee cuanto quiere y cuando quiere. Por el
contrario, el lenguaje de Masoch es el de una secta mística donde el esclavo educa a
su mujer déspota dentro de su frío pacto erótico. Aunque algo tienen en común,
ambos lenguajes convergen en el mismo punto: tanto el uno como el otro reflejan un
mundo de excesos, el mundo pulsional del goce.

4.3 LUCES Y SOMBRAS O CLAROSCUROS

Masoch funda la doctrina del suprasensualismo a través del cual busca una
sensualidad transmutada. “Todo el animal sufre cuando sus órganos dejan de ser
animales: Masoch pretende vivir el sufrimiento de una transmutación semejante”34.
Por eso en sus novelas el amor encuentra su objeto en la mujer dentro de la obra de

32 Roudinesco, 2009, 52-53.


33 Deleuze, 2008, 37-38.
34 Deleuze, 2008, 73.
arte: una fría estatua de piedra o un cuadro en la sombra, siempre imágenes
congeladas. “Las escenas masoquistas necesitan petrificarse como esculturas o
cuadros, duplicar ellas mismas las esculturas y los cuadros, desdoblarse en un espejo
o en un reflejo (Severino sorprendiendo su imagen...)”35.
Para Masoch sólo las obras de arte hacen justicia a la sensualidad porque la
eternizan congelando un gesto: esa fusta que apenas roza la piel, las ropas que no se
abren del todo, el cuerpo suspendido en el aire para siempre,...“(...) como si el pintor
hubiese renunciado al movimiento tan solo para expresar una espera más profunda,
más próxima a las fuentes de la vida y de la muerte”36. Masoch pretende elevar el
erotismo a la categoría de arte, y para ello predomina el suspenso y la espera.
En oposición, el libertino de Sade no muestra gusto alguno por el arte, pues la
sensualidad para él es movimiento y no quietud37. La lujuria sólo puede ser plasmada
mediante la reiteración de las escenas, la precipitación, la multiplicación de cada una
y su condensación hasta el infinito, hasta la pérdida total de la cordura. El placer real
se encuentra en el vértigo de la velocidad y la cantidad, en la suma de los cuerpos
aniquilados y en el número de humillaciones inflingidas. Sangre, repugnancia y
voluptuosidad mezclados con un fin muy claro: la destrucción y negación de todo
cuanto existe.
En suma, la repetición sádica se tiñe de luces y sombras evocando la
aceleración y la condensación propias de su naturaleza cruel, mientras que la
repetición masoquista prefiere la atmósfera sugestiva y decente del claroscuro, tras la
cual toda obscenidad es denegada y queda el juego en suspenso.

4.4 MADRE O PADRE

La clínica psicoanalítica revela una estructura familiar común en los sujetos


perversos. Se trata de un cuadro familiar compuesto por una madre seductora y un
padre silencioso, ambos propiciadores de una situación ambigua para el niño (futuro
perverso). La madre que todo lo permite menos la entrada de la palabra paterna, el
padre presente pero ausente simbólicamente, y el niño que apenas conoce reglas ni
angustias38.
Las normas y los límites no son impuestos adecuadamente, pareciera como si
todo impulso tuviera cabida y el goce fuera posible, pero
finalmente, en el momento de la verdad, cae la prohibición La clínica
destrozando las falsas ilusiones del pequeño. La metáfora psicoanalítica revela
del padre no entra para consolidar la simbolización de la una estructura
falta, pero tampoco la madre preparó un escenario para familiar común en
favorecer tal situación; no obstante la castración llega los sujetos
igualmente, sumiendo al sujeto perverso en tal angustia que perversos.
se ve obligado, para sobrevivir, a retirarse a su mundo
imaginario y percibir la realidad sólo de forma parcial y transformada.

35 Ibíd., 73.
36 Ibíd., 74.
37 Ibíd., 73.
38 Lin-Ku, 2016.
El perverso es entonces, a fin de cuentas, un niño frustrado tardíamente, y
como tal se quedará fijado para siempre en su infancia, o bien como el niño malo con
sus travesuras (sádico) o bien como el niño malo al que hay que castigar
(masoquista).
La perversión, por lo tanto, es aquel dispositivo que suprime injustísimamente
la libertad de los demás. Quizá preserve de la decepción amorosa y tenga como
principal finalidad evitar el duelo pero, de ser así, es un procedimiento cobarde y
ventajista. La perversión nace bajo el estímulo del desencuentro39.
Ante esta dinámica familiar el perverso percibe a su madre como figura
gratificante y frustrante a la par, y al padre como figura odiada y amenazante, como
un intruso en la relación madre-hijo. El objeto ansiado, que es el acceso total a la
madre, queda vedado, pudiendo alcanzarlo solamente de modo parcial. El objeto
femenino se constituye como objeto de deseo y, por ello, también como objeto de
temor. Queda formado así el superyó del perverso por internalización de una
presencia paterna inconsistente, un superyó anómalo que obliga a la repetición de la
escena traumática en una búsqueda ilusoria de un final menos desconcertante.
La relación perversa es por tanto el único modo que ha encontrado el sujeto
perverso para relacionarse con la mujer, sin que la angustia de castración lo aniquile.
Precisamente Sacher-Masoch concibe a la mujer como casta e inasible, divina,
la que se encuentra más allá de toda posible contaminación de lo terrenal. Pero
también es cruel y despiadada.
Ante nuestra mente aparece una procesión de crueles madres-diosas de las
culturas antiguas: la Kali hindú con sus muchos miembros; la babilónica Istar, diosa
de la guerra, la caza y la prostitución; la destructora Astarté de los sirios; la señora de
las serpientes de Minos, y muchas otras, todas personificaciones de lo Hermoso y lo
Terrible. El verdugo femenino tiene para el masoquista el mismo irresistible encanto
de estos ídolos. Ella es la Astarté de los tiempos modernos.40
Ante la madre-diosa y la mujer-verdugo ciertamente el amor es vivenciado
desde el más profundo horror.
Me preguntas por qué le tengo miedo al amor. Le tengo miedo porque temo a la
mujer. Veo en la mujer algo hostil, se me presenta a mis ojos como un ser
completamente sensual y extraño, de igual modo que la naturaleza inanimada. Ambas
me atraen y me repelen al mismo tiempo del modo más ominoso.41
Adorada y temida a la vez, Wanda es acariciada y besada, pero jamás
penetrada, pues Severino no puede acceder al objeto de deseo por completo, sino sólo
de forma parcial, por medio de la esclavitud y la humillación, hasta el punto de que
teme la libertad, porque la libertad para el masoquista no es otra cosa que la
angustiosa pérdida del objeto.
Si es que no puedo gozar plena y enteramente la dicha del amor, necesito
apurar al copa de los sufrimientos y de las torturas, ser maltratado y engañado por la
mujer amada, cuanto más cruelmente, mejor. ¡Es un verdadero goce!42

39 Colina, 2006, 118.


40 Reik, 1963.
41 Sacher-Masoch, 2004, 30.
42 Ibíd., 1973, 112.
En el caso contrario, los héroes sadianos sólo acceden al objeto de deseo, la
mujer, a través de su cosificación, de despojar su condición de sujeto para convertirla
por completo en un objeto cuya única función es satisfacer. Recordemos que el
Marqués fue educado bajo los preceptos de la asimetría y la superioridad.
Educado en la convicción de pertenecer a una especie superior, no tardó en
realizar el aprendizaje de la altanería. Muy pronto se creyó por encima de los demás y
autorizado a servirse de ellos según le pluguiese, a hablar y a actuar como dueño y
señor, sin ninguna censura de conciencia o de humanidad. A los cuatro años su
naturaleza despótica estaba ya formada. Los años solo contribuyeron a endurecerla.43
Y como buen amo y señor, vuelca Sade toda la agresividad contra la madre y se
alía con el padre desplazado.
A los ojos del hijo, la hipocresía de la madre debe forzosamente legitimar todos
los crímenes del padre abandonado, y a partir de entonces el delito (el Mal) será para
el hijo arrepentido el único medio de pagar su deuda hacia el padre asesino,
incestuoso y sodomita44.
En este castigo de la figura materna el Marqués arremete en sus obras contra
todo valor matriarcal: fidelidad, entrega, sacrificio, piedad, benevolencia,...
destinando a la mujer, o bien a su condición de objeto de placer del hombre, o bien a
su posición como ídolo tiránico, derribando el altar donde la coloca la veneración
social y religiosa. Es más, en su lucha contra la razón impuesta dice Sade que es a los
hombres a quienes hay que llamar; son ellos los representantes del sexo razonable, y
como tal son los únicos que pueden dar cuenta de la sinrazón. Las mujeres por
naturaleza no tienen reflexión ni mesura, así que cuanto más locas y monstruosas,
más plenamente mujeres son.
Este odio hacia la madre se manifiesta también en el intento de liberar a la hija
de los deberes maternos heredados. Sade ofrece a través de sus personajes una
educación antimaterna, cuyo fin no es otro que el de humillar a la madre, muchas
veces hasta el extremo: la muerte llevada a cabo por las manos de sus propios hijos.
Del otro lado se encuentra la adoración del padre abandonado por la madre, un
padre que en vez de cumplir con el papel de hombre respetable y virtuoso encarna el
héroe negro, el tirano destructor de la familia, el que está por encima de las leyes, el
padre de la horda primitiva de Freud. Los atributos de éste son la sodomía y el
incesto, y debe deshacerse de su esposa para poder gozar físicamente de su progenie,
pues para Sade y su lectura contraria del complejo de Edipo, es la madre la figura
castrante que se opone a la unión entre el padre y los hijos. El personaje sadista se
identifica entonces con la figura del padre ausente o desplazado por la madre para
vengarlo a través del acto de la crueldad45.
De hecho, hay en la obra de Sade tantos matricidios como parricidios, pero no
son ni de lejos comparables. La madre es asesinada por su lealtad a su naturaleza
segunda mientras que el padre es asesinado por traicionar a su naturaleza primera.
La madre es identificada con la naturaleza segunda, está compuesta de
moléculas “blandas” y sometida a las leyes de la creación, la conservación y la

43 Lever, 1991, citado en Roudinesco, 2009, 51.


44 Klossowski, 2005, 134.
45 Deleuze, 2008.
reproducción. El padre, por el contrario, solo por conservadurismo social pertenece a
esta naturaleza. Es de por sí testimonio de la naturaleza primera, situada por encima
de los reinos y las leyes, y formada por moléculas furiosas o despedazadoras
portadoras del desorden y la anarquía: pater sive Natura prima. Así pues, se asesina al
padre por lo mismo que este falta a su naturaleza y a su función, mientras que se
asesina a la madre precisamente por ser fiel a las propias.46
Inclusive las heroínas sadianas son numerosas, pero todas sus acciones y
placeres son ofrecidas a la atenta mirada del hombre. El sadismo se alza como
negación activa de la madre y ensalzamiento de la figura del padre.

4.5 DOS FANTASÍAS PERVERSAS

El neurótico toma su fantasía como mundo privado no compartido en lo social, como


una actividad solitaria; el perverso se sirve de su fantasía para relacionarse con los
demás, necesita del otro para confirmar su subjetividad, en definitiva, para ser sujeto.
Por tanto, el fantasma sólo tiene sentido si se lleva al acto, incluyendo al otro 47. Por
eso Masoch necesita de su mujer verdugo. Por eso Sade necesita de sus víctimas.
Además, todo lo anulado en lo simbólico retorna a lo real de forma
alucinatoria, y si esto ocurre el fantasma perverso cae. En el final de La Venus de las
pieles, cuando el Griego toma el látigo y azota a Severino, todo el encanto
masoquista se desvanece junto a la amenaza del retorno del padre. Según Theodor
Reik48, el masoquista se desilusiona y ha de abandonar su fantasía al vislumbrar, por
un instante, la triste verdad de la presencia paterna tras la mujer déspota. Esta
decepción precipita al masoquista a convertirse en sádico para escapar de nuevo de la
presencia aterradora de la verdad.
Así, cuando Freud escribe: “Si lo que (los sujetos) anhelan más intensamente
en sus fantasías se les presenta en la realidad, lo evitan a pesar de todo”, no se limita
a argumentar simplemente que tal hecho se debe a la censura, sino, antes bien, a que
el núcleo de nuestro fantasma nos es insoportable.49
Es precisamente para salvaguardar la verdad por lo que el masoquista insiste en
el establecimiento de un contrato, para que todo acto esté regulado y nada escape del
guión destapando al padre oculto tras la mujer.
Así pues, el juego del masoquista, que es el del escondite con la imagen
paterna, toma el dolor como condición indispensable para disolver la angustia por el
placer prohibido. Ello implica que a mayor angustia, mayor placer. Es la eterna
espera en la que la fusta desciende ralentizada contra la piel.
El masoquista es el que vive la espera en estado puro. (...) El dolor viene a
efectuar lo que uno prevé, al mismo tiempo que el placer efectúa lo que uno espera.
(...) La angustia masoquista adquiere aquí la doble determinación de esperar
infinitamente el placer, pero previendo intensamente el dolor.50

46 Deleuze, 2008, 62-63.


47 Lin-Ku, 2016.
48 Reik, citado en Deleuze, 2008, 69.
49 Žižek, 2006, 119.
50 Deleuze, 2008, 75-76.
En cuanto el sadismo, el héroe sadiano es un eterno insatisfecho que busca
reiteradamente cumplir su fantasía, pero una y otra vez cae en el fracaso porque no
existe crimen terrenal que pueda siquiera compararse con su fantasma. Repite
incansablemente los actos criminales sin que ninguno se perfile de forma tan perfecta
como en su mente.
Si Sade, que en su sistema reduce tanto como es posible la parte de las
voluptuosidades intelectuales, que ha suprimido casi completamente el erotismo de la
imaginación (porque su propio sueño erótico consiste en proyectar sobre unos
personajes que no sueñan sino que actúan realmente, el movimiento ideal de sus
placeres: el erotismo de Sade es un erotismo de sueño, puesto que no se realiza la
mayor parte del tiempo sino en la ficción; pero en la medida en que ese erotismo es
soñado, en la misma medida exige una ficción en la cual el sueño sea desterrado o la
orgía sea realizada o vivida), si Sade, sin embargo, por excepción ha exaltado lo
imaginario, es porque sabe muy bien que el fundamento de tantos crímenes
imperfectos es un crimen imposible.51

Se colocan en posiciones opuestas: el masoquista necesita creer que sueña, incluso


cuando no sueña, mientras que el sádico necesita creer que no sueña, incluso cuando
sueña.

Porque su propio sueño erótico consiste en proyectar, sobre personajes que no sueñan
sino que actúan realmente, el movimiento irreal de sus goces (...) cuanto más soñado
es ese erotismo, más exige una ficción de la que el sueño esté desterrado, donde el
desenfreno sea realizado y vivido.52

Pero finalmente ambos viven en su fantasía perversa y todo intento de salir de ella los
precipita todavía más hacia el fondo.

Sacher-Masoch vive por y para su mundo fantasmático, y cada vez que intenta una
aproximación a la vida real solo obtiene un fantasma más. (...) Como el protagonista
de la novela, Severino, Sacher-Masoch puede autodefinirse como un ultrasensualista
(übersinnlich), en el sentido goethiano del término: “yo soy ultrasensualista..., en mí
toda concepción procede, ante todo, de la imaginación y se nutre de quimeras”.53

4.6 CONTRA LA LEY

Sade detesta la ley y al tirano por hablar su lenguaje. Por ello en sus novelas los
héroes hablan en un lenguaje en el que jamás lo haría el tirano, superando la ley y
destituyéndola mediante la idea del Mal.
Sacher-Masoch también embiste contra la ley, pero lo hace de una forma más
sutil: demostrando lo absurda que es la ley. El héroe masoquista se burla de ella. El
latigazo ya no castiga la erección, sino que la provoca. Se trata de experimentar el

51 Blanchot, 1990, 16.


52 Blanchot, citado por Deleuze, 2001, 76-77.
53 Castilla del Pino, 1973, 76.
placer que la ley prohíbe, convertir el castigo en condición del placer.
Este ataque contra la norma social no se expresa únicamente mediante el
lenguaje, sino que se percibe en toda la esfera perversa. En
el sadismo el padre está por encima de la ley y la madre es El héroe sadiano es
relegada a la condición de víctima. En el masoquismo, a la un eterno
inversa: la madre es la ley y el padre es expulsado del insatisfecho que
mundo simbólico. busca
El sentido del contrato masoquista es ciertamente reiteradamente
otorgar el poder simbólico de la ley a la imagen de la madre. cumplir su fantasía,
La ley del padre es prohibir el incesto; si la ley es confiada a pero una y otra vez
la madre, la castración ya no es una amenaza, sino la cae en el fracaso.
condición del éxito del incesto. Devenir en hombre no es
actuar como el padre ni ocupar su lugar, sino suprimir su espacio y su semejanza para
hacer que el hombre nuevo nazca, un hombre renacido únicamente de la mujer a
partir de la partenogénesis, sin sexualidad genital del padre, sin superyó.
No se trata entonces, como postulaba Freud54, de “un niño es pegado”, sino de
“un padre es pegado”. El masoquista busca humillar y castigar la imagen paterna que
cohabita en su interior. Por tanto, el masoquista vive profundamente la culpa, pero no
en su relación con el padre, sino en su semejanza con él. El padre es culpable en el
hijo, y no el hijo respecto del padre. El masoquista busca renacer a través del
sacrificio.
Pero la muerte solo puede ser imaginada como segundo nacimiento,
partenogénesis de la que el yo resurge, desembarazado de superyó tanto como de
sexualidad. La reflexión del yo en la muerte produce el yo ideal en las condiciones de
independencia o de autonomía del masoquismo. El yo narcisista contempla al yo
ideal en el espejo materno de la muerte.55

4.7 ANDROGINIA O HERMAFRODITISMO

El perverso supera el complejo de Edipo de forma ortopédica a través de la


denegación y acepta la ley solamente bajo la condición de transgredirla
constantemente. No entra en el mundo simbólico del deseo; queda peligrosamente del
lado del goce de la pulsión. Defiende Freud que esta pulsión es parcial, energía
anclada en alguna de las fases pregenitales de la evolución psicosexual, y en esta
parcialidad tienen lugar los opuestos, lo femenino y lo masculino, lo pasivo y lo
activo, que buscan complementarse. Hay otra interpretación posible. Quizá sadismo y
masoquismo no estén compuestos de pulsiones parciales, sino de figuras completas.
El masoquista vive “en él” la alianza de la madre oral con el hijo, como el
sádico vive la del padre con la hija. (...) En el caso del masoquismo, la pulsión viril se
encarna en el papel del hijo, mientras que la pulsión femenina se proyecta en el papel
de la madre; pero, precisamente, ambas pulsiones constituyen una figura, por cuanto
la feminidad es postulada como no carente de nada y la virilidad como suspendida en

54 Lin-Ku y De Santiago, 2013.


55 Deleuze, 2008, 132.
la denegación (...) La figura del masoquista es hermafrodita, como la del sádico es
andrógina. Cada cual dispone en su mundo de todos los elementos que tornan
imposible e inútil el paso al otro.56
El andrógino de Sade es la unión incestuosa de la hija con el padre, y el
hermafrodita de Masoch es la unión incestuosa del hijo con la madre. Forman cada
pareja una totalidad perfecta.

4.8 DENEGACIÓN O FETICHE

A falta de un pacto acordado entre sus instancias psíquicas para un mayor equilibrio
mental y una mayor adaptación social, el perverso da rienda suelta a su tendencia,
pues tiene la capacidad para desobedecer a su superyó en determinados momentos y
satisfacer sus impulsos. La perversión es la última defensa contra la psicosis, y como
eje central de la estructura perversa se encuentra la denegación. Y el elemento de la
denegación por excelencia es el fetiche. No debe entenderse éste como un símbolo,
sino como un velo que oculta tras de sí el horrible secreto del cual el perverso no
quiere saber nada: la ausencia del falo materno.
El fetiche no sería de ninguna manera un símbolo, sino una suerte de plano fijo
y coagulado, una imagen congelada, una fotografía a la que volveríamos una y otra
vez para conjurar las incómodas consecuencias del movimiento, los incómodos
descubrimientos de una exploración: el fetiche representaría el último momento en el
que todavía fuera posible creer...57.
El fetichismo, así definido por los procesos de denegación y suspenso,
pertenece esencialmente al mundo del masoquismo, constituyéndose incluso en una
condición sin la cual no existe masoquismo propiamente dicho. A través de la
denegación y el fetiche el masoquista suspende lo real y encarna el ideal en este
suspenso, que no es otro que el nacimiento de un segundo yo libre del padre.
En el sadismo puede darse el fetichismo, pero sólo de manera secundaria,
superando el contexto de la denegación y el suspenso, para pasar al de lo negativo y
la negación, y servir a la condensación sádica.

4.9 SUPERYÓ SÁDICO O YO MASOQUISTA

Según Freud, el sádico está desprovisto de superyó mientras que el masoquista tiene
un superyó devorador que vuelve el sadismo contra él. Desde este punto de vista se
explica la crueldad del sádico por la ausencia de una instancia punitiva. Sin una
figura capaz de amedrentarlo y castigarlo, el sádico siente plena libertad para
esquivar a placer cualquier coacción moral. De forma inversa, la necesidad de castigo
del masoquista se explica por una instancia moral exageradamente estricta y
perfeccionista. El constante sentimiento de culpa lo empuja una y otra vez a buscar la
expiación de sus pecados.
Deleuze propone que podemos invertir la fórmula freudiana: el aplastamiento

56 Ibíd., 72.
57 Ibíd., 35.
del yo masoquista y la ausencia de un superyó en el sádico son meras apariencias.
En la proyección masoquista sobre la mujer golpeadora se revela que el
superyó no adapta una forma exterior sino para hacerse aún más grotesco y servir a
los propósitos de un yo triunfante. Del sádico se diría casi lo contrario: que tiene un
superyó fuerte y aplastador, y que solo tiene eso58.
Lo que moraliza al superyó es la coexistencia y complementariedad con un yo
interno, y el componente materno que custodia esta unión. Pero el sádico tiene un
superyó tan fuerte que se ha identificado con él, se ha convertido en su propio
superyó y ha expulsado fuera de sí al yo junto al componente materno. Queda en él
sólo la cruel inmoralidad que ataca precisamente a ese yo y a esa madre que ha
negado.
El sadismo no tiene otras víctimas que la madre y el yo. No tiene más yo
que en el exterior: tal es el sentido fundamental de la apatía sádica. No tiene más yo
que el de sus víctimas: monstruo reducido a un superyó, superyó que realiza su
crueldad total y que recobra de un salto su plena sexualidad en cuanto deriva su
potencia hacia afuera59.
Esto explica el pseudomasoquismo del sadismo. Expulsado el yo al exterior, el
sádico se identifica con el dolor infringido a sus víctimas. Nada tiene que ver con el
masoquismo del auténtico masoquista.
Respecto el masoquismo, el yo triunfa y expulsa el superyó afuera bajo la
figura de la mujer déspota. A diferencia del sadismo, aquí la instancia expulsada no es
negada, sino denegada, o sea, conserva su función. El superyó continúa siendo
castigador, aunque denegado a modo de caricatura, pues las prohibiciones del superyó
son para el masoquista las condiciones para alcanzar el placer. Igual que pasaba en el
sadismo, encontramos en el masoquismo un pseudosadismo que nada tiene que ver
con el sadismo del verdadero sádico.
El sadismo va de lo negativo a la negación: de lo negativo como proceso
parcial de destrucción que se repite indefinidamente, a la negación como idea total de
la razón. Para entender este movimiento es menester entender el funcionamiento del
superyó en la perversión sádica. Como el superyó exilia al yo y lo proyecta en sus
víctimas, el sádico se encuentra siempre ante un proceso de destrucción que debe
iniciar una y otra vez. Y como el superyó funda un extraño ideal del yo (identificarse
con sus víctimas), totaliza los procesos parciales, los supera hacia una idea de la
negación pura que constituye el frío pensamiento del superyó.
Por otro lado, el masoquismo va de la denegación al suspenso: de la
denegación como proceso que se libera de la presión del superyó, al suspenso como
encarnación del ideal. La denegación es un proceso cualitativo que le cede a la madre
la ley y la posesión del falo. El suspenso representa la nueva cualificación del yo, el
ideal de renacimiento a partir de ese falo materno sin intervención alguna del padre.
Entre ambos, denegación y suspenso, se desarrolla una relación cualificada de la
imaginación en el yo, muy distinta de la relación cuantitativa del pensamiento en el
superyó, puesto que la denegación es una reacción de la imaginación, tanto como la

58 Deleuze, 2008, 125.


59 Ibíd., 125.
negación es un acto del pensamiento.
“Al frío pensamiento del sádico se opone la imaginación helada del
masoquista”60. El sádico se entrega a la tentativa de identificación. Para ello toma la
imagen paterna para producir un superyó capaz de establecer un ideal del yo como
ideal de autoridad que da cabida a un origen exterior al narcisismo. En cambio, el
masoquista se entrega a la tentativa de idealización. Para ello utiliza la figura de
madre como reflejo especular capaz de producir el yo ideal en tanto ideal narcisista
de omnipotencia.

4.10 EROS Y TÁNATOS

Freud postuló ya en la etapa final de su vida y obra que había algo más allá del
principio de placer. Hablar de más allá no implica hablar de una excepción, pues todo
termina por conciliarse con el principio de placer, ya sean las situaciones
aparentemente displacenteras, las repeticiones perniciosas o el peor de los síntomas.
“En síntesis, no hay excepción al principio de placer, aunque existan singulares
complicaciones del placer en sí”61. Empero que nada desentone con el principio de
placer, no significa que todo proceda de él.
(...) el principio de placer reina por encima de todo pero no lo gobierna todo.
No hay excepción al principio, pero hay un residuo irreductible al principio. No hay
nada contrario al principio, pero hay algo exterior, y heterogéneo al principio: un más
allá...62.
Ese algo no explicable a partir del principio de placer se debe a la existencia de
su contrapartida: la pulsión de muerte. “Más allá de Eros, Tánatos. Más allá del
fondo, lo sin-fondo. Más allá de la repetición-lazo, la repetición-goma, que borra y
mata”63. Es la energía que lleva a la destrucción del prójimo y de uno mismo, pero
también es la energía que equilibra la pulsión de vida. Eros y Tánatos conviven como
las dos caras de la misma moneda, por lo que toda destrucción conlleva una
construcción y toda separación una unión. La negación no es posible en el
inconsciente, puesto que los opuestos van de la mano64.
La pulsión tanática es la envoltura exterior común a ambas perversiones. Eros
es desexualizado y Tánatos resexualizado, y en medio de este proceso el placer y la
repetición se han intercambiado los roles. En el sadismo y en el masoquismo no se
repite lo que en su momento ocasionó placer, sino que la repetición baila sola y el
placer sigue sus pasos, haciendo que el principio de placer deje de ser la brújula de
nuestra psique. “El hecho de que el dolor y el displacer puedan dejar de ser una mera
señal de alarma y constituir un fin, supone una paralización del principio del placer:
el guardián de nuestra vida anímica habría sido narcotizado”65.

4.11 NO COMPLEMENTARIEDAD
60 Deleuze, 2008, 129.
61 Deleuze, 114.
62 Ibíd., 115.
63 Ibíd., 117.
64 Deleuze, 2008, 118.
65 Freud, 1924, 2752.
A Deleuze no le satisfacían las teorías psicoanalíticas defensoras del binomio sadismo
y masoquismo. Propuso que la vuelta de la energía hacia el propio sujeto implica una
desexualización, un abandono de las metas sexuales.
Entonces cabe imaginar un sadismo vuelto contra el yo de un superyó
ejerciéndose de forma sádica contra el yo, sin que por ello exista masoquismo del yo.
Para que haya masoquismo debe haber una resexualización de esa energía,
caracterizada por el deseo de ser castigado: la punición resuelve la culpa y la
angustia, posibilitando el placer sexual. Por otro lado, como la vuelta contra el yo
remite a un estadio en el cual el superyó es sádico pero desexualizado, implica que es
además un estadio activo (“yo me castigo”, propio del neurótico obsesivo). Pero el
masoquismo, en su proceso de resexualización, se convierte en un estadio pasivo
(“me castigan”), el cual implica una proyección mediante la cual una persona del
exterior asume el papel de sujeto (la mujer verdugo).
No existe, por tanto, una complementariedad real entre sadismo y masoquismo.
“Se evitará en todo caso tratar el sadismo y el masoquismo como perfectos
contrarios, salvo para decir que los contrarios se rehúyen, que cada cual huye o
perece...”66. Asimismo, la pareja sadomasoquista no es posible. El verdadero sádico
busca una víctima que sufra, no un masoquista que goce; e igualmente el masoquista
busca instruir a un verdugo bajo el modelo específico de su fantasía, no quiere un
sádico que impone sus propias normas. El supuesto
masoquista de la escena sádica no es masoquista realmente, El lenguaje del
sino un componente del sadismo, de igual forma que la masoquista no es
figura sádica de la escena masoquista es en realidad un compatible de modo
componente del masoquismo. alguno con el del
(...) si la mujer-verdugo no puede ser sádica en el sádico porque
masoquismo, es precisamente porque está en el masoquismo, desaparecería ante
porque forma parte de la situación masoquista, en su carácter él.
de elemento realizado del fantasma masoquista: ella
pertenece al masoquismo. No en el sentido de que tendría los mismos gustos que su
víctima, sino porque tiene ese “sadismo” que no encontramos jamás en el sádico y
que es como el doble o como la reflexión del masoquismo. Otro tanto se dirá del
sadismo: la víctima no puede ser masoquista, pero no simplemente porque el libertino
se desconcertaría si ella sintiera placer, sino porque la víctima del sádico pertenece
enteramente al sadismo, es parte integrante de la situación y se muestra, aunque
parezca increíble, como el doble del verdugo sádico (...)67.
Y ni siquiera esta unión entre el sádico y el masoquista con su partenaire es
una relación verdadera, pues el perverso está encerrado en su propio mundo, ciego y
sordo de toda comunicación.
Tal vez cada uno de ellos, el sádico y el masoquista, escenifican un drama
suficiente y completo con personajes diferentes, sin nada que los ponga en
comunicación ni por dentro ni por fuera. Mal que bien, solo hay comunicación en el

66 Ibíd., 72.
67 Ibíd., 44-45.
normal68.
El lenguaje del masoquista no es compatible de modo alguno con el del sádico
porque desaparecería ante él.
El amo es el que habla, el que dispone del lenguaje en su totalidad; el objeto es
el que calla, permanece marginado, por una mutilación más absoluta que todos los
suplicios eróticos, de cualquier acceso al discurso, pues ni siquiera tiene derecho a
recibir la palabra del amo (...)69.
Finalmente, si bien ambos, sádico y masoquista, poseen el complejo placer-
dolor, “cabe preguntarse si su „ojo‟, órgano común a ambos, no es un ojo bizco” 70.
Aunque los dos comparten la vivencia de esta dualidad no tienen porqué hacerlo de la
misma forma. El complejo placer-dolor puede tomar múltiples formas y expresiones.
Resumiendo, el sadismo y el masoquismo son dos estructuras diferentes y no
funciones transformables.

5. CONCLUSIONES

Tras las indagaciones de Deleuze acerca del personaje sádico y del personaje
masoquista, no parece que el binomio freudiano del sadomasoquismo pueda existir.
Pero más allá de este cuestionamiento acerca de si el sadismo y el masoquismo
son o no complementarios, las obras del Marqués de Sade y de Leopold von Sacher-
Masoch no dejan indiferente a nadie. Pueden provocar admiración, repulsión, o una
mezcla de ambas, pero siempre remueven emocionalmente, tal vez porque “donde el
escándalo es extraordinario, el respeto es extremo”71. Todos llevamos un Sade y un
Masoch dentro de nosotros; todos albergamos, aunque sea de forma reprimida, un
monstruo en nuestro interior, así que estudiar sus obras y sus pensamientos nos acerca
un poco más a la comprensión del hombre.

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68 Ibíd., 49.
69 Barthes, 1997, 42.
70 Deleuze, 2008, 50.
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