De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
PRECISIONES TERMINOLÓGICAS SOBRE EL SADISMO
TERMINOLOGY PRECISIONS ON SADISM
Citar texto como: De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M.
(2018). Precisiones terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias
Forenses, 3, 157-181.
Francisco Javier de Santiago Herrero: Doctor en Psicología. Profesor de la Universidad de
Salamanca. Director de la Unidad de la Conducta Criminal de la USAL. E-mail:
desantiago@usal.es
María Montfragüe García Mateos: Doctora en Psicología. Profesora de la Universidad Pontificia de
Salamanca. E-mail: mmgarciama@upsa.es
Alejandra Lin-Ku: Doctora en Psicología. E-mail: alejandralinku@gmail.com
Luis Miguel Sánchez-Gil. Criminólogo. Subdirector de la Unidad de Análisis de la Conducta
Criminal de la Usal. E-mail: sanchezcycf@usal.es
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terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
Resumen:
En este artículo ponemos en cuestión el binomio del sadomasoquismo defendido en general por el
psicoanálisis freudiano. Proponemos en su lugar la independencia de estas dos expresiones de la
perversión, apoyándonos en el estudio y análisis de las obras del Marqués de Sade y de SacherMasoch realizado por Gilles Deleuze.
Palabras clave:
masoquismo, perversión, psicoanálisis, Sacher-Masoch, Sade, sadismo
Abstract:
In this article we call into question the binomial of sadomasochism defended in general by freudian
psychoanalysis. We propose in its place the independency of these two expressions of perversion,
based on the study and analysis of the works of the Marquis of Sade and Sacher-Masoch done by
Gilles Deleuze.
Keywords:
masochism, perversion, phychoanalysis, Sacher-Masoch, Sade, sadism
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
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1. INTRODUCCIÓN
El psicoanálisis freudiano nos presenta el sadismo y el masoquismo, los dos máximos
representantes de la perversión1, como las dos caras de la misma moneda.
La perversión, al igual que toda patología en general, nace en el ámbito social y judicial ante la
necesidad de juzgar ciertos comportamientos considerados como desviados. Así pues, muchos
desórdenes mentales son denominados e investigados a partir de su inserción dentro de los extremos
de la campana de Gauss. A partir de este modo de entender la psicopatología muchos profesionales
clínicos se han centrado en exceso en la sintomatología, dejando al sujeto de lado y teorizando, cada
vez más apartados de la práctica clínica y más preocupados a su vez de encajar a las personas en sus
hipótesis. Es menester también volver a la realidad humana con toda su complejidad, prestar menos
atención a la perversión y más a los perversos, en otras palabras, volver a la literatura del marqués
de Sade y de Leopold von Sacher-Masoch. No debemos olvidar que nadie puede enseñarnos más
acerca de la realidad perversa que el propio perverso que la vivencia.
Por tanto, no es de nuestro interés valorar el grado de normalidad de las diversas conductas
perversas ni hacer juicios condenatorios, sino comprender al sujeto perverso, sádico o masoquista,
en su totalidad. Que sus actos y pensamientos se salgan de la lógica del hombre medio no tiene por
qué conducirles necesariamente a ser tachados como sujetos anómalos y enfermos. De este modo, a
partir de la literatura de Sade por un lado, y de Masoch por el otro, estudiaremos las
particularidades, las similitudes y las diferencias entre sadismo y masoquismo y proponemos que
sadismo y masoquismo son entidades independientes y no complementarias.
Puesto que el juicio clínico está repleto de prejuicios, hay que volver a empezar todo por un punto situado fuera de la
clínica, el punto literario, desde donde fueron nombradas las perversiones. No es casual que el nombre de dos escritores
sirva aquí de designador; es posible que la crítica (en el sentido literario) y la clínica (en el sentido médico) estén
decididas a entablar nuevas relaciones donde la una enseñe a la otra, y recíprocamente.2
2. SADISMO Y MASOQUISMO COMO REPRESENTANTES DE LA PERVERSIÓN.
De entre las múltiples caras de la perversión, cobran especial relevancia el sadismo y el
masoquismo. Autores de todos los tiempos apuntan a que ambos son las expresiones fundamentales
de dicha estructura, o al menos que su presencia es muy común dentro de la diversidad de
manifestaciones perversas.
Krafft-Ebing señala que el sadismo, sobre todo en sus manifestaciones rudimentarias, parece ser
algo común en todas las perversiones sexuales 3. Stekel identifica sadismo y masoquismo con las
dos formas básicas de la sexualidad dentro de su creencia de que todo fenómeno psíquico se
manifiesta en el ser humano como dos fuerzas contrarias.
No haremos justicia a estas parafilias si no volvemos a las dos formas fundamentales en que puede manifestarse la
1 Lin-Ku, 2016.
2 Deleuze, 2008, p. 16.
3 Krafft-Ebing, citado en Weinberg, 2008.
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sexualidad. Todo proceso psíquico está al servicio de dos fuerzas, que a veces se equilibran y a veces predominan una
sobre otra. Tales fuerzas son, como sabemos, la voluntad de poder y la voluntad de sumisión.4
Continuando con esta idea de la bipolaridad psíquica, afirma Freud que “el sadismo y el
masoquismo ocupan entre las perversiones un lugar particular, pues la antítesis de la actividad y
pasividad que constituye su fundamento pertenece a los caracteres generales de vida sexual” 5.
En la misma línea Stekel dice que en toda perversión hay goce en el dolor.
En todas las parafilias, el castigo produce goce, pues no es más que la forma de expresión negativa (bipolar) del deseo
positivo. El placer que produce el acto de castigar se asocia al placer que produce ser castigado; y el placer de ser
castigado oculta en sí la fantasía positiva de castigar. Ya he hecho notar que el dolor que produce una alta tensión
afectiva se siente como placer.6
Igualmente Stoller7 propone que en toda perversión hay humillación y fantasías de venganza,
aunque para él no existe la perversión sadomasoquista, sino muchas perversiones sadomasoquistas.
Por último, Fromm se refiere al sadismo y al masoquismo como las dos perversiones sexuales
verdaderas por su condición contraria al impulso de vida.
El deseo sexual, cuando no hay amor, es una expresión de la vida y del mutuo dar y recibir placer. Pero los actos
sexuales que se caracterizan por el hecho de que una persona es objeto del desprecio de la otra, de su deseo de lastimar,
de mandar, son las únicas perversiones sexuales verdaderas; no porque no sirvan para la procreación sino porque
pervierten un impulso favorable a la vida y lo convierten en contrario. 8
3. LA CUESTIÓN DE LA COMPLEMENTARIEDAD.
Clásicamente el sadismo y el masoquismo han sido conceptualizados como binomio. Desde el
planteamiento psicoanalítico reflejan la pareja antagonista de masculino y femenino, actividad y
pasividad, las dos caras de la misma moneda. Luego en el ámbito clínico, sadismo y masoquismo
suelen estudiarse a la par, y es así ya desde antes de que les prestara atención Freud; la entidad
sadomasoquista aparecía ya en Krafft-Ebing y Havelock Ellis.
Desde el enfoque psicodinámico, por tanto, sadismo y masoquismo, los dos, juntos, forman una
unión simbiótica. El masoquista necesita del sádico tanto como el sádico del masoquista.
La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquélla; ninguna de las dos puede vivir sin la otra. La
diferencia solo radica en que la persona sádica domina, explota, lastima y humilla, y la masoquista es dominada,
explotada, lastimada y humillada. En un sentido realista, la diferencia es considerable; en un sentido emocional
profundo, la diferencia no es mayor que lo que ambas tienen en común: la fusión sin integridad.9
Se cree que sadismo y masoquismo representan la imagen especular el uno del otro, que comparten
4
5
6
7
8
9
Stekel, 1954, 151.
Freud, 1905, p. 1186.
Stekel, 1954, 156.
Stoller, 1998.
Fromm, 1975, 283.
Ibíd., 1956, 54.
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la psicogénesis y que rasgos de uno se expresan en el otro.
Pero nosotros hemos comprobado que lo decisivo en los fenómenos de sado-masoquismo es el afecto; ese afecto
proviene de dos fuentes: en el sadista, de su propio sentimiento de poder, al vencer la resistencia y penetrar con su
sensibilidad en el compañero humillado; en el masoquista, de la superación de las propias resistencias (poder sobre sí
mismo) y de la penetración sensible en el compañero que lo humilla. Podríamos demostrar que no se trata de fenómenos
separados, sino de expresiones polares de un único complejo.10
Una evidencia que apoya esta idea es el hecho de que en la fantasía perversa están bien perfilados
ambos roles, el del sádico y el del masoquista, pudiendo deducir que existe en todo perverso parte
de ambos.
Aquel que halla placer en producir dolor a otros en la relación sexual está también capacitado por gozar del dolor que
puede serle ocasionado en dicha relación como de un placer. Un sádico es siempre, al mismo tiempo, un masoquista, y
al contario. Lo que sucede es que una de las dos formas de la perversión, la activa o la pasiva, puede hallarse más
desarrollada en el individuo y constituir el carácter dominante de su actividad sexual.11
Que el sujeto se identifique con uno o con otro sólo hace constar cuál de los dos existe en un modo
más superficial, más consciente y aceptable por él. No importa que el protagonista de su historia sea
la víctima cuando el cruel verdugo es también una creación suya. Por otro lado, que la perversión se
exprese en forma de sadismo o masoquismo depende también de la identificación preponderante
con la figura paterna, rol activo, rol dominador; o con la figura materna, rol pasivo, rol de castrado.
El masoquismo correspondería entonces a un sadismo originario vuelto contra el propio sujeto, un
autosadismo, o sea, por regresión de la proyección de las pulsiones agresivas desde el objeto al yo,
normalmente por sentimientos de culpa. Ante la angustia de perder el amor de los padres, el niño
renuncia a la expresión de la agresividad y la libido hacia el exterior. “El imperativo categórico de
Kant es, por tanto, el heredero directo del complejo de Edipo” 12.
La meta pulsional sufre una transformación en la que el sujeto vuelve a ser objeto. “Habría, de este
modo, en el masoquismo, un retorno al narcisismo, en cuanto podemos anticipar que el primer
objeto del sadismo es el propio cuerpo del niño, el cual desea dominarlo”13.
El carácter sexual de este autosadismo se debería también a la ligazón con la pulsión libidinal. La
pulsión destructiva tiende a expresarse hacia afuera, mientras que la pulsión de vida tiende a
permanecer dentro del sujeto. Así pues, cuando la primera vuelve a su fuente original en el interior,
queda desde entonces unida a la segunda. Desde esta conceptualización psicoanalítica, el
masoquista perverso se identifica con la madre para ofrecerse como objeto sexual al padre y poder
gozar de él, pero en esta inversión cae en un segundo miedo a la castración por la actitud pasiva;
sustituye entonces el deseo de ser amado por el padre por el deseo de ser pegado por él14.
No obstante, es la madre la que pega y no el padre debido a, primero, la necesidad de escapar de
10
11
12
13
14
Stekel, 1954, 81.
Freud, 1905, 1186.
Ibíd., 1924, 2757.
Chazaud, 1976, 100.
Freud, 1919, 2471.
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una elección homosexual demasiado manifiesta, segundo, por la necesidad de conservar aquel
primer momento donde la madre era el objeto deseado, pero asociándole el gesto castigador del
padre y, tercero, la necesidad de reunirlo todo en una demostración dirigida solamente al padre (“no
soy yo el que desea ocupar tu lugar, sino que es ella la que me pega”). En consecuencia, tras la
figura femenina se oculta siempre la figura del padre.
En el caso de que las pulsiones tanáticas volvieran al exterior, la perversión se expresaría en forma
de sadismo, aunque para que el sujeto sádico disfrute de los dolores que provoca ha de haber
padecido primero dolores en su propia carne y disfrutado de ellos, haber erotizado anteriormente las
excitaciones que superan ciertos límites cuantitativos, es decir, tiene que haber sentido
“masoquísticamente” la relación entre el dolor y el placer propios. Entendido de este modo, el
sadismo sería un masoquismo proyectado, “un masoquismo imaginario aliado al triunfo viril del
egoísmo”15.
Según el marqués de Sade, el masoquismo viene primero y precede al sadismo. Solo por el conocimiento masoquista
del desdoblamiento sexual que goza en el dolor, resulta posible al masoquista infligir dolor al objeto y gozar de ello, por
identificación, más allá de su finalidad de dominio, de poderío sobre el objeto...16
Reik sostiene que la práctica masoquista no alude únicamente al sadismo vuelto contra sí mismo,
sino que también reproduce las fantasías que el niño tuvo en su momento acerca de la vida sexual
de los adultos.
Las prácticas y fantasías masoquistas no son solo inversiones de ideas sádicas, sino reanimaciones y reproducciones de
lo que los niños imaginaron que sería la vida sexual de los adultos. (…) La grotesca mezcla de verdad y error que surge
de esas teorías sexuales infantiles reaparece aquí en la teoría y práctica. (...). Así el elemento de parodia se origina en ya
olvidadas ideas infantiles, como, por ejemplo, ésa de la mujer que es tratada cruelmente por el hombre, el que la orina o
la defeca, y cosas así.17
De Masi añade que a mayor asimetría entre el sádico y el masoquista, mayor son la excitación y la
satisfacción sexuales. Remarca así la complementariedad rígida entre ambos roles.
En el sadomasoquismo, en cambio, solo uno debe experimentar todo el placer; cuanto menos goce el partner o
experimente displacer, mayor satisfacción tendrá el otro. La asimetría de la relación pone de relieve el valor del poder
jerárquico: el sádico se excita por el dominio; el masoquista, por el placer activo de someterse.18
Inflingir o padecer dolor no sería entonces el objetivo principal. Aguantar el sufrimiento es un acto
de consagración y una prueba de sumisión que el masoquista le brinda al sádico que lo reclama. Por
ello la sumisión debe ser activa y pactada, no obtenida por la fuerza.
4. SADE O MASOCH
4.1. PROCEDENCIA TERMINOLÓGICA.
Normalmente son los médicos quienes otorgan sus nombres a las enfermedades que investigan.
15
16
17
18
Bonaparte, citado en Chazaud, 1976, 104.
Chazaud, 1976, 102.
Reik, 1963, 180.
De Masi, 2004, 118.
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Ejemplos de ello son la enfermedad de Crohn, el Parkinson y el Alzheimer. Pero las figuras de
Leopold von Sacher-Masoch y sobre todo el Marqués de Sade se hicieron escuchar hasta el punto
de convertirse sus apellidos en las denominaciones de las patologías que designan. Incluso hay
quienes consideran Las 120 jornadas de Sodoma como el primer compendio de desórdenes
sexuales, anticipándose un siglo a los psiquiatras Freud, Krafft-Ebing y Havelock Ellis. Si bien
nadie niega la exactitud y amplitud de dicho catálogo sexual, difiere por completo de los manuales
clínicos. En primer lugar, no conserva la distancia científica.
La Psychopathia Sexualis de Krafft-Ebing es una larga enumeración descriptiva de casos de transgresiones sexuales.
¿Cuál es la diferencia con una obra de Sade? La diferencia es enorme: el narrador de Sade es uno de los personajes, un
libertino (Juliette) o una víctima (Justine); en Krafft-Ebing, no hay narrador sino la mirada del médico que conlleva una
interpretación implícita de las prácticas eróticas en tanto que extranjeras a sí mismo, enfermas, condenables, “otras”,
como alienadas.19
Y en segundo lugar, porque nos perturba profundamente con su maldad.
Si bien los especialistas reconocen la exactitud casi clínica de su cuadro de las pasiones, Sade no se atiene en él, ni se
acerca, a la estricta objetividad científica: sin discusión, unos personajes llenos de maldad, un decorado que pervierte el
espacio como máquina de placer, unos comentarios voluntariamente escandalosos hacen que el proyecto se deslice
hacia la ficción.20
De Sacher-Masoch derivó el término “masoquismo” acuñado por Krafft-Ebing para referirse a “una
curiosa perversión de la vida sexual que consiste en desear verse completamente dominado por una
persona del sexo opuesto, soportando de ésta un trato autoritario y humillante, y que puede alcanzar
incluso al castigo efectivo”21. A partir de esta definición, la primacía en el masoquismo no es sentir
placer en el dolor como piensan algunos, sino la sumisión y la humillación. Por otro lado, también a
manos de Krafft-Ebing, el término “sadismo” fue tomado del Marqués de Sade para designar la
perversión sexual mediante la cual la propia excitación es provocada cometiendo actos de crueldad
en otra persona.
Por tanto, fue un psiquiatra, Krafft-Ebing, quien situó la perversión en el marco cultural, el que
señaló la importancia para la medicina y la salud mental el estudio de la literatura y la filosofía.
4.2.OBSCENIDAD O DECENCIA.
Aunque pensar en sadismo nos lleva a pensar en un amo cruel, el lenguaje de Sade es paradójico
porque es el lenguaje de una víctima. Los verdugos emplean el lenguaje hipócrita del orden y el
poder establecidos, en busca de motivos que excusen la realización de sus atrocidades; Sade no
busca que lo eximan de culpa alguna. Es más, sólo las víctimas pueden describir las torturas con la
minuciosidad con la que lo hace él. Esta contrariedad bien podría explicarse, como veremos más
adelante, por el masoquismo (no auténtico) existente en todo sadismo.
Es el lenguaje de Sade también un lenguaje que desmiente la relación del que habla con aquellos a
quienes se dirige, pues no tiene intención de persuadir o convencer al otro, sino de demostrar, y no
19 Bedouelle, 2006, 4.
20 Le Brun, 2008, 39.
21 Krafft-Ebing, citado en Castilla del Pino, 1973, 10.
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sólo en la teoría, sino también en la práctica a través de los imperativos pronunciados por los
libertinos de sus novelas, libertinos que profesan el más íntegro ateísmo y la más radical anarquía.
Sade obliga a escuchar todo lo que tiene que decir.
Porque el imperativo del fantasma sadiano, antes que su escenificación en lo imaginario de las escenas sexuales, es de
entrada un hay que oír, y en eso está relacionado con lo más estructural de la perversión. Antes de que el miembro
monstruoso fuerce el orificio, anal o vaginal, de la víctima, el enunciado del fantasma fuerza la oreja del lector. La
fuerza por su monstruosidad, por su violencia, pero también y sobre todo lo fuerza por la voluntad totalitaria que
implica. (...) Para él, el imperativo de gozar mediante el crimen se convierte, dentro de su prisión, en el imperativo de
decirlo todo a través de la escritura.22
En este punto se diferencia el libertino sadiano del perverso freudiano, pues bajo la concepción de
Sade “el verdadero ateo, en la medida en que realmente exista, no se ata a ningún objeto: obedece a
sus impulsos, al movimiento perpetuo de la naturaleza cuyas criaturas solo son espuma para él”23,
mientras que para Freud sí existe cierta relación de dependencia del perverso con su víctima:
En este estado, la conciencia queda fijada a la realidad del prójimo que ella aspira a negar, pero que solo intensifica por
el amor-odio que le confiesa: el depravado permanece atado a la víctima de su lujuria, a la individualidad de esa víctima
cuyos sufrimientos quisiera prolongar “más allá de los límites de la eternidad, si pudiera tenerlos”.24
Si del lado del sádico nos encontramos con una intención demostrativa, del lado del masoquista
acontece justamente lo contrario:
El héroe masoquista parece educado y formado por la mujer autoritaria, pero en lo más profundo es él quien la forma y
la disfraza, y le sopla las duras palabras que ella le dirige. La víctima habla a través de su verdugo, sin reservas.25
Y es que el lenguaje de Masoch no tiene nada que ver con la obscenidad y la provocación de Sade.
“Pero, negras o rosas, las descripciones llevan siempre el sello de la decencia” 26. Cumple, no una
función demostrativa, sino dialéctica. El lenguaje de Masoch apela a la persuasión y a la educación.
El personaje masoquista es una víctima en busca de su verdugo, de crear una alianza con él y
educarlo. Por ello los anuncios clasificados forman parte del mundo masoquista al igual que los
contratos.
Por supuesto, esta relación de educación posee los mismos riesgos que cualquier otra empresa
similar: la del fracaso inherente a todo proyecto pedagógico. En todas las novelas de SacherMasoch la mujer persuadida conserva una última duda: si podrá o no sostener el rol acordado,
pecando en exceso o en defecto. Dice Wanda en La Venus de las pieles: “Tengo miedo de no
poderlo hacer; pero lo ensayaré por ti, bien mío, a quien amo como nunca amé a ninguno”27, pero
también: “cuidado, que puedo aficionarme” 28. Así, bajo la aparente opresión ejercida sobre el
masoquista hay en realidad consentimiento e incluso persuasión de la víctima sobre su amo.
22
23
24
25
26
27
28
André, 1995, 25.
Klossowski, 2005, 82.
Ibíd., 82.
Deleuze, 2008, 27.
Ibíd., 29.
Sacher-Masoch, 1973, 122.
Ibíd., 122.
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Severino, desde su posición de esclavo, va moldeando de poco en poco a Wanda para que encaje
con su ideal de mujer tirana. Ahora bien, nadie intenta establecer un determinado tipo de relación si
de forma inconsciente no percibe la posibilidad de la misma en el objeto. De lo que se trata es de
hacer que la sádica Wanda se descubra como tal y actúe como tal.
El psicoanálisis defiende una idea similar: es en realidad el masoquista quien domina el juego
erótico mediante el moldeamiento del amo, quien busca activamente saciar su “apetito” por sufrir 29.
Sádico y masoquista se necesitan y se agreden mutuamente.
Pero también en el objeto poseído queda ostensible, aunque más disimuladamente, el componente agresivo, bien
mediante la tolerancia de la agresión del otro y la subsiguiente fijación de la dependencia; bien a través de una agresión
secundaria, una vez que el objeto poseído se sabe de alguna manera dueño indirecto del posesor.30
Con fines tan distintos encontramos también formas distintas de expresión entre un autor y otro. El
discurso de Sade sugiere spinozismo, naturalismo y mecanicismo penetrados de espíritu
matemático. Es un lenguaje delirante cuyas descripciones se empapan de compulsión y repetición
de actos criminales, crueles y repugnantes, que se suman y se amontonan hasta el caos y la más pura
negación. Así pues, los héroes sádicos sueñan con un crimen universal e impersonal que sólo
pueden alcanzar mediante la omnipotencia del pensamiento bajo la ideal del Mal, y bajo este ideal
demasiado perfecto se frustran ante la pobreza de sus crímenes reales, por más que multipliquen las
víctimas y los dolores. “Para el libertino se trata, pues, de cegar la distancia entre los dos elementos,
aquel del que dispone y aquel que él piensa, lo derivado y lo original, lo personal y lo
impersonal”31. Sin embargo, frente este desenfreno y aceleración sin igual no hay atisbo de
entusiasmo como en el caso del pornógrafo, apasionado tras el objetivo de la cámara. Únicamente
hay cabida para la apatía y la sangre fría, la monotonía y la condensación de las aberraciones, donde
la minuciosidad cuantitativa y cualitativa de las descripciones es imprescindible. Hay que evitar a
toda costa que la violencia se disipe entre una inspiración y otra, desligarla incluso de los placeres a
los cuales quedaría uno sometido si cae en el error de detenerse en su carrera criminal. Sólo así el
libertino consigue negar la naturaleza que hay dentro y fuera de él, a negar su propio yo. Es el
placer de la demostración. No nos equivoquemos pues, no se trata de deleite carnal, sino de goce.
Así pues, diremos que el acto sexual perverso, en su formulación más altamente civilizada y más oscuramente rebelde
(la de un Sade aún no definido como sádico por el discurso psiquiátrico), constituye ante todo un relato, una oración
fúnebre, una educación macabra, en resumen, un arte de la enunciación tan ordenador como una gramática y tan
desprovisto de afecto como un discurso de retórica.
El acto sexual sadiano solo existe como una combinatoria cuya significación excita el imaginario humano: un “lo real”,
en estado puro, imposible de simbolizar.32
Por el contrario, el discurso de Masoch está impregnado de imaginación dialéctica y platonismo en
el sentido de una búsqueda de la ascensión hacia lo inteligible, la ascensión de la obra de arte a las
Ideas a través de los latigazos. El proceso sustentador de toda su obra y pensamiento es el suspenso.
No es exagerado decir que fue Masoch quien introdujo el arte del suspenso en la novela como mecanismo novelesco en
29
30
31
32
Nacht, 1968.
Castilla del Pino, 1973, 64.
Deleuze, 2008, 31-32.
Roudinesco, 2009, 52-53.
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estado puro: no solo porque los ritos masoquistas de suplicio y sufrimiento entrañan auténticas suspensiones físicas (el
héroe será enganchado, crucificado, colgado), sino también porque la mujer-verdugo adopta poses fijas que la equiparan
a una estatua, un retrato o una fotografía. Porque ella suspende el ademán de descargar el látigo o de entreabrir sus
pieles. Porque ella se refleja en un espejo que congela su pose.33
En resumen, nada tiene que ver el lenguaje de Sade con el de Masoch. El lenguaje sádico es
encarnado por el personaje del libertino apático y cruel quien, a través de su ateísmo y anarquismo,
posee cuanto quiere y cuando quiere. Por el contrario, el lenguaje de Masoch es el de una secta
mística donde el esclavo educa a su mujer déspota dentro de su frío pacto erótico. Aunque algo
tienen en común, ambos lenguajes convergen en el mismo punto: tanto el uno como el otro reflejan
un mundo de excesos, el mundo pulsional del goce.
4.3.LUCES Y SOMBRAS O CLAROSCUROS.
Masoch funda la doctrina del suprasensualismo a través del cual busca una sensualidad
transmutada. “Todo el animal sufre cuando sus órganos dejan de ser animales: Masoch pretende
vivir el sufrimiento de una transmutación semejante”34. Por eso en sus novelas el amor encuentra su
objeto en la mujer dentro de la obra de arte: una fría estatua de piedra o un cuadro en la sombra,
siempre imágenes congeladas. “Las escenas masoquistas necesitan petrificarse como esculturas o
cuadros, duplicar ellas mismas las esculturas y los cuadros, desdoblarse en un espejo o en un reflejo
(Severino sorprendiendo su imagen...)”35. Para Masoch sólo las obras de arte hacen justicia a la
sensualidad porque la eternizan congelando un gesto: esa fusta que apenas roza la piel, las ropas que
no se abren del todo, el cuerpo suspendido en el aire para siempre,...“(...) como si el pintor hubiese
renunciado al movimiento tan solo para expresar una espera más profunda, más próxima a las
fuentes de la vida y de la muerte” 36. Masoch pretende elevar el erotismo a la categoría de arte, y
para ello predomina el suspenso y la espera.
En oposición, el libertino de Sade no muestra gusto alguno por el arte, pues la sensualidad para él es
movimiento y no quietud37. La lujuria sólo puede ser plasmada mediante la reiteración de las
escenas, la precipitación, la multiplicación de cada una y su condensación hasta el infinito, hasta la
pérdida total de la cordura. El placer real se encuentra en el vértigo de la velocidad y la cantidad, en
la suma de los cuerpos aniquilados y en el número de humillaciones inflingidas. Sangre,
repugnancia y voluptuosidad mezclados con un fin muy claro: la destrucción y negación de todo
cuanto existe.
En suma, la repetición sádica se tiñe de luces y sombras evocando la aceleración y la condensación
propias de su naturaleza cruel, mientras que la repetición masoquista prefiere la atmósfera sugestiva
y decente del claroscuro, tras la cual toda obscenidad es denegada y queda el juego en suspenso.
4.4.MADRE O PADRE.
33
34
35
36
37
Deleuze, 2008, 37-38.
Deleuze, 2008, 73.
Ibíd., 73.
Ibíd., 74.
Ibíd., 73.
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
La clínica psicoanalítica revela una estructura familiar común en los sujetos perversos. Se trata de
un cuadro familiar compuesto por una madre seductora y un padre silencioso, ambos propiciadores
de una situación ambigua para el niño (futuro perverso). La madre que todo lo permite menos la
entrada de la palabra paterna, el padre presente pero ausente simbólicamente, y el niño que apenas
conoce reglas ni angustias 38.
Así pues, las normas y los límites no son impuestos adecuadamente, pareciera como si todo impulso
tuviera cabida y el goce fuera posible, pero finalmente, en el momento de la verdad, cae la
prohibición destrozando las falsas ilusiones del pequeño. La metáfora del padre no entra para
consolidar la simbolización de la falta, pero tampoco la madre preparó un escenario para favorecer
tal situación. No obstante la castración llega igualmente, sumiendo al sujeto perverso en tal angustia
que se ve obligado, para sobrevivir, a retirarse a su mundo imaginario y percibir la realidad sólo de
forma parcial y transformada. El perverso es entonces, a fin de cuentas, un niño frustrado
tardíamente, y como tal se quedará fijado para siempre en su infancia, o bien como el niño malo con
sus travesuras (sádico) o bien como el niño malo al que hay que castigar (masoquista).
La perversión, por lo tanto, es aquel dispositivo que suprime injustísimamente la libertad de los demás. Quizá preserve
de la decepción amorosa y tenga como principal finalidad evitar el duelo pero, de ser así, es un procedimiento cobarde y
ventajista. La perversión nace bajo el estímulo del desencuentro.39
Ante esta dinámica familiar el perverso percibe a su madre como figura gratificante y frustrante a la
par, y al padre como figura odiada y amenazante, como un intruso en la relación madre-hijo. El
objeto ansiado, que es el acceso total a la madre, queda vedado, pudiendo alcanzarlo solamente de
modo parcial. El objeto femenino se constituye como objeto de deseo y, por ello, también como
objeto de temor. Queda formado así el superyó del perverso por internalización de una presencia
paterna inconsistente, un superyó anómalo que obliga a la repetición de la escena traumática en una
búsqueda ilusoria de un final menos desconcertante.
La relación perversa es por tanto el único modo que ha encontrado el sujeto perverso para
relacionarse con la mujer, sin que la angustia de castración lo aniquile.
Precisamente Sacher-Masoch concibe a la mujer como casta e inasible, divina, la que se encuentra
más allá de toda posible contaminación de lo terrenal. Pero también es cruel y despiadada.
Ante nuestra mente aparece una procesión de crueles madres-diosas de las culturas antiguas: la Kali hindú con sus
muchos miembros; la babilónica Istar, diosa de la guerra, la caza y la prostitución; la destructora Astarté de los sirios; la
señora de las serpientes de Minos, y muchas otras, todas personificaciones de lo Hermoso y lo Terrible. El verdugo
femenino tiene para el masoquista el mismo irresistible encanto de estos ídolos. Ella es la Astarté de los tiempos
modernos.40
Ante la madre-diosa y la mujer-verdugo ciertamente el amor es vivenciado desde el más profundo
horror.
Me preguntas por qué le tengo miedo al amor. Le tengo miedo porque temo a la mujer. Veo en la mujer algo hostil, se
38 Lin-Ku, 2016.
39 Colina, 2006, 118.
40 Reik, 1963.
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terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
me presenta a mis ojos como un ser completamente sensual y extraño, de igual modo que la naturaleza inanimada.
Ambas me atraen y me repelen al mismo tiempo del modo más ominoso.41
Adorada y temida a la vez, Wanda es acariciada y besada, pero jamás penetrada, pues Severino no
puede acceder al objeto de deseo por completo, sino sólo de forma parcial, por medio de la
esclavitud y la humillación, hasta el punto de que teme la libertad, porque la libertad para el
masoquista no es otra cosa que la angustiosa pérdida del objeto.
Si es que no puedo gozar plena y enteramente la dicha del amor, necesito apurar al copa de los sufrimientos y de las
torturas, ser maltratado y engañado por la mujer amada, cuanto más cruelmente, mejor. ¡Es un verdadero goce!42
En el caso contrario, los héroes sadianos sólo acceden al objeto de deseo, la mujer, a través de su
cosificación, de despojar su condición de sujeto para convertirla por completo en un objeto cuya
única función es satisfacer. Recordemos que el Marqués fue educado bajo los preceptos de la
asimetría y la superioridad.
Educado en la convicción de pertenecer a una especie superior, no tardó en realizar el aprendizaje de la altanería. Muy
pronto se creyó por encima de los demás y autorizado a servirse de ellos según le pluguiese, a hablar y a actuar como
dueño y señor, sin ninguna censura de conciencia o de humanidad. A los cuatro años su naturaleza despótica estaba ya
formada. Los años solo contribuyeron a endurecerla.43
Y como buen amo y señor, vuelca Sade toda la agresividad contra la madre y se alía con el padre
desplazado.
A los ojos del hijo, la hipocresía de la madre debe forzosamente legitimar todos los crímenes del padre abandonado, y a
partir de entonces el delito (el Mal) será para el hijo arrepentido el único medio de pagar su deuda hacia el padre
asesino, incestuoso y sodomita.44
En este castigo de la figura materna el Marqués arremete en sus obras contra todo valor matriarcal:
fidelidad, entrega, sacrificio, piedad, benevolencia,... destinando a la mujer, o bien a su condición de
objeto de placer del hombre, o bien a su posición como ídolo tiránico, derribando el altar donde la
coloca la veneración social y religiosa. Es más, en su lucha contra la razón impuesta dice Sade que
es a los hombres a quienes hay que llamar; son ellos los representantes del sexo razonable, y como
tal son los únicos que pueden dar cuenta de la sinrazón. Las mujeres por naturaleza no tienen
reflexión ni mesura, así que cuanto más locas y monstruosas, más plenamente mujeres son.
Este odio hacia la madre se manifiesta también en el intento de liberar a la hija de los deberes
maternos heredados. Sade ofrece a través de sus personajes una educación antimaterna, cuyo fin no
es otro que el de humillar a la madre, muchas veces hasta el extremo: la muerte llevada a cabo por
las manos de sus propios hijos.
Del otro lado se encuentra la adoración del padre abandonado por la madre, un padre que en vez de
cumplir con el papel de hombre respetable y virtuoso encarna el héroe negro, el tirano destructor de
la familia, el que está por encima de las leyes, el padre de la horda primitiva de Freud. Los atributos
41
42
43
44
Sacher-Masoch, 2004, 30.
Ibíd., 1973, 112.
Lever, 1991, citado en Roudinesco, 2009, 51.
Klossowski, 2005, 134.
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terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
de éste son la sodomía y el incesto, y debe deshacerse de su esposa para poder gozar físicamente de
su progenie, pues para Sade y su lectura contraria del complejo de Edipo, es la madre la figura
castrante que se opone a la unión entre el padre y los hijos. El personaje sadista se identifica
entonces con la figura del padre ausente o desplazado por la madre para vengarlo a través del acto
de la crueldad45.
De hecho, hay en la obra de Sade tantos matricidios como parricidios, pero no son ni de lejos
comparables. La madre es asesinada por su lealtad a su naturaleza segunda mientras que el padre es
asesinado por traicionar a su naturaleza primera.
La madre es identificada con la naturaleza segunda, está compuesta de moléculas “blandas” y sometida a las leyes de la
creación, la conservación y la reproducción. El padre, por el contrario, solo por conservadurismo social pertenece a esta
naturaleza. Es de por sí testimonio de la naturaleza primera, situada por encima de los reinos y las leyes, y formada por
moléculas furiosas o despedazadoras portadoras del desorden y la anarquía: pater sive Natura prima. Así pues, se
asesina al padre por lo mismo que este falta a su naturaleza y a su función, mientras que se asesina a la madre
precisamente por ser fiel a las propias.46
Inclusive las heroínas sadianas son numerosas, pero todas sus acciones y placeres son ofrecidas a la
atenta mirada del hombre. El sadismo se alza como negación activa de la madre y ensalzamiento de
la figura del padre.
4.5.DOS FANTASÍAS PERVERSAS.
El neurótico toma su fantasía como mundo privado no compartido en lo social, como una actividad
solitaria; el perverso se sirve de su fantasía para relacionarse con los demás, necesita del otro para
confirmar su subjetividad, en definitiva, para ser sujeto. Por tanto, el fantasma sólo tiene sentido si
se lleva al acto, incluyendo al otro 47. Por eso Masoch necesita de su mujer verdugo. Por eso Sade
necesita de sus víctimas.
Además, todo lo anulado en lo simbólico retorna a lo real de forma alucinatoria, y si esto ocurre el
fantasma perverso cae. En el final de La Venus de las pieles, cuando el Griego toma el látigo y azota
a Severino, todo el encanto masoquista se desvanece junto a la amenaza del retorno del padre.
Según Theodor Reik48, el masoquista se desilusiona y ha de abandonar su fantasía al vislumbrar, por
un instante, la triste verdad de la presencia paterna tras la mujer déspota. Esta decepción precipita al
masoquista a convertirse en sádico para escapar de nuevo de la presencia aterradora de la verdad.
Así, cuando Freud escribe: “Si lo que (los sujetos) anhelan más intensamente en sus fantasías se les presenta en la
realidad, lo evitan a pesar de todo”, no se limita a argumentar simplemente que tal hecho se debe a la censura, sino,
antes bien, a que el núcleo de nuestro fantasma nos es insoportable.49
Es precisamente para salvaguardar la verdad por lo que el masoquista insiste en el establecimiento
de un contrato, para que todo acto esté regulado y nada escape del guión destapando al padre oculto
45
46
47
48
49
Deleuze, 2008.
Deleuze, 2008, 62-63.
Lin-Ku, 2016.
Reik, citado en Deleuze, 2008, 69.
Žižek, 2006, 119.
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tras la mujer.
Así pues, el juego del masoquista, que es el del escondite con la imagen paterna, toma el dolor
como condición indispensable para disolver la angustia por el placer prohibido. Ello implica que a
mayor angustia, mayor placer. Es la eterna espera en la que la fusta desciende ralentizada contra la
piel.
El masoquista es el que vive la espera en estado puro. (...) El dolor viene a efectuar lo que uno prevé, al mismo tiempo
que el placer efectúa lo que uno espera. (...) La angustia masoquista adquiere aquí la doble determinación de esperar
infinitamente el placer, pero previendo intensamente el dolor.50
En cuanto el sadismo, el héroe sadiano es un eterno insatisfecho que busca reiteradamente cumplir
su fantasía, pero una y otra vez cae en el fracaso porque no existe crimen terrenal que pueda
siquiera compararse con su fantasma. Repite incansablemente los actos criminales sin que ninguno
se perfile de forma tan perfecta como en su mente.
Si Sade, que en su sistema reduce tanto como es posible la parte de las voluptuosidades intelectuales, que ha suprimido
casi completamente el erotismo de la imaginación (porque su propio sueño erótico consiste en proyectar sobre unos
personajes que no sueñan sino que actúan realmente, el movimiento ideal de sus placeres: el erotismo de Sade es un
erotismo de sueño, puesto que no se realiza la mayor parte del tiempo sino en la ficción; pero en la medida en que ese
erotismo es soñado, en la misma medida exige una ficción en la cual el sueño sea desterrado o la orgía sea realizada o
vivida), si Sade, sin embargo, por excepción ha exaltado lo imaginario, es porque sabe muy bien que el fundamento de
tantos crímenes imperfectos es un crimen imposible.51
Se colocan en posiciones opuestas: el masoquista necesita creer que sueña, incluso cuando no
sueña, mientras que el sádico necesita creer que no sueña, incluso cuando sueña.
Porque su propio sueño erótico consiste en proyectar, sobre personajes que no sueñan sino que actúan realmente, el
movimiento irreal de sus goces (...) cuanto más soñado es ese erotismo, más exige una ficción de la que el sueño esté
desterrado, donde el desenfreno sea realizado y vivido.52
Pero finalmente ambos viven en su fantasía perversa y todo intento de salir de ella los precipita
todavía más hacia el fondo.
Sacher-Masoch vive por y para su mundo fantasmático, y cada vez que intenta una aproximación a la vida real solo
obtiene un fantasma más. (...) Como el protagonista de la novela, Severino, Sacher-Masoch puede autodefinirse como
un ultrasensualista (übersinnlich), en el sentido goethiano del término: “yo soy ultrasensualista..., en mí toda concepción
procede, ante todo, de la imaginación y se nutre de quimeras”.53
4.6.CONTRA LA LEY.
Sade detesta la ley y al tirano por hablar su lenguaje. Por ello en sus novelas los héroes hablan en un
lenguaje en el que jamás lo haría el tirano, superando la ley y destituyéndola mediante la idea del
Mal.
50
51
52
53
Deleuze, 2008, 75-76.
Blanchot, 1990, 16.
Blanchot, citado por Deleuze, 2001, 76-77.
Castilla del Pino, 1973, 76.
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
Sacher-Masoch también embiste contra la ley, pero lo hace de una forma más sutil: demostrando lo
absurda que es la ley. El héroe masoquista se burla de ella. El latigazo ya no castiga la erección,
sino que la provoca. Se trata de experimentar el placer que la ley prohíbe, convertir el castigo en
condición del placer.
Este ataque contra la norma social no se expresa únicamente mediante el lenguaje, sino que se
percibe en toda la esfera perversa. En el sadismo el padre está por encima de la ley y la madre es
relegada a la condición de víctima. En el masoquismo, a la inversa: la madre es la ley y el padre es
expulsado del mundo simbólico.
El sentido del contrato masoquista es ciertamente otorgar el poder simbólico de la ley a la imagen
de la madre. La ley del padre es prohibir el incesto; si la ley es confiada a la madre, la castración ya
no es una amenaza, sino la condición del éxito del incesto. Devenir en hombre no es actuar como el
padre ni ocupar su lugar, sino suprimir su espacio y su semejanza para hacer que el hombre nuevo
nazca, un hombre renacido únicamente de la mujer a partir de la partenogénesis, sin sexualidad
genital del padre, sin superyó. No se trata entonces, como postulaba Freud 54, de “un niño es
pegado”, sino de “un padre es pegado”. El masoquista busca humillar y castigar la imagen paterna
que cohabita en su interior. Por tanto, el masoquista vive profundamente la culpa, pero no en su
relación con el padre, sino en su semejanza con él. El padre es culpable en el hijo, y no el hijo
respecto del padre. El masoquista busca renacer a través del sacrificio.
Pero la muerte solo puede ser imaginada como segundo nacimiento, partenogénesis de la que el yo resurge,
desembarazado de superyó tanto como de sexualidad. La reflexión del yo en la muerte produce el yo ideal en las
condiciones de independencia o de autonomía del masoquismo. El yo narcisista contempla al yo ideal en el espejo
materno de la muerte.55
4.7.ANDROGINIA O HERMAFRODITISMO.
El perverso supera el complejo de Edipo de forma ortopédica a través de la denegación y acepta la
ley solamente bajo la condición de transgredirla constantemente. No entra en el mundo simbólico
del deseo; queda peligrosamente del lado del goce de la pulsión. Defiende Freud que esta pulsión es
parcial, energía anclada en alguna de las fases pregenitales de la evolución psicosexual, y en esta
parcialidad tienen lugar los opuestos, lo femenino y lo masculino, lo pasivo y lo activo, que buscan
complementarse. Hay otra interpretación posible. Quizá sadismo y masoquismo no estén
compuestos de pulsiones parciales, sino de figuras completas.
El masoquista vive “en él” la alianza de la madre oral con el hijo, como el sádico vive la del padre con la hija. (...) En el
caso del masoquismo, la pulsión viril se encarna en el papel del hijo, mientras que la pulsión femenina se proyecta en el
papel de la madre; pero, precisamente, ambas pulsiones constituyen una figura, por cuanto la feminidad es postulada
como no carente de nada y la virilidad como suspendida en la denegación (...) La figura del masoquista es hermafrodita,
como la del sádico es andrógina. Cada cual dispone en su mundo de todos los elementos que tornan imposible e inútil el
paso al otro.56
El andrógino de Sade es la unión incestuosa de la hija con el padre, y el hermafrodita de Masoch es
54 Lin-Ku y De Santiago, 2013.
55 Deleuze, 2008, 132.
56 Ibíd., 72.
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
la unión incestuosa del hijo con la madre. Forman cada pareja una totalidad perfecta.
4.8.DENEGACIÓN O FETICHE.
A falta de un pacto acordado entre sus instancias psíquicas para un mayor equilibrio mental y una
mayor adaptación social, el perverso da rienda suelta a su tendencia, pues tiene la capacidad para
desobedecer a su superyó en determinados momentos y satisfacer sus impulsos. La perversión es la
última defensa contra la psicosis, y como eje central de la estructura perversa se encuentra la
denegación. Y el elemento de la denegación por excelencia es el fetiche. No debe entenderse éste
como un símbolo, sino como un velo que oculta tras de sí el horrible secreto del cual el perverso no
quiere saber nada: la ausencia del falo materno.
Así pues, el fetiche no sería de ninguna manera un símbolo, sino una suerte de plano fijo y coagulado, una imagen
congelada, una fotografía a la que volveríamos una y otra vez para conjurar las incómodas consecuencias del
movimiento, los incómodos descubrimientos de una exploración: el fetiche representaría el último momento en el que
todavía fuera posible creer...57
El fetichismo, así definido por los procesos de denegación y suspenso, pertenece esencialmente al
mundo del masoquismo, constituyéndose incluso en una condición sin la cual no existe
masoquismo propiamente dicho. A través de la denegación y el fetiche el masoquista suspende lo
real y encarna el ideal en este suspenso, que no es otro que el nacimiento de un segundo yo libre del
padre.
En el sadismo puede darse el fetichismo, pero sólo de manera secundaria, superando el contexto de
la denegación y el suspenso, para pasar al de lo negativo y la negación, y servir a la condensación
sádica.
4.9.SUPERYÓ SÁDICO O YO MASOQUISTA.
Según Freud, el sádico está desprovisto de superyó mientras que el masoquista tiene un superyó
devorador que vuelve el sadismo contra él. Desde este punto de vista se explica la crueldad del
sádico por la ausencia de una instancia punitiva. Sin una figura capaz de amedrentarlo y castigarlo,
el sádico siente plena libertad para esquivar a placer cualquier coacción moral. De forma inversa, la
necesidad de castigo del masoquista se explica por una instancia moral exageradamente estricta y
perfeccionista. El constante sentimiento de culpa lo empuja una y otra vez a buscar la expiación de
sus pecados.
Deleuze propone que podemos invertir la fórmula freudiana: el aplastamiento del yo masoquista y
la ausencia de un superyó en el sádico son meras apariencias.
En la proyección masoquista sobre la mujer golpeadora se revela que el superyó no adapta una forma exterior sino para
hacerse aún más grotesco y servir a los propósitos de un yo triunfante. Del sádico se diría casi lo contrario: que tiene un
superyó fuerte y aplastador, y que solo tiene eso.58
57 Ibíd., 35.
58 Deleuze, 2008, 125.
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
Lo que moraliza al superyó es la coexistencia y complementariedad con un yo interno, y el
componente materno que custodia esta unión. Pero el sádico tiene un superyó tan fuerte que se ha
identificado con él, se ha convertido en su propio superyó y ha expulsado fuera de sí al yo junto al
componente materno. Queda en él sólo la cruel inmoralidad que ataca precisamente a ese yo y a esa
madre que ha negado.
El sadismo no tiene otras víctimas que la madre y el yo. No tiene más yo que en el exterior: tal es el sentido
fundamental de la apatía sádica. No tiene más yo que el de sus víctimas: monstruo reducido a un superyó, superyó que
realiza su crueldad total y que recobra de un salto su plena sexualidad en cuanto deriva su potencia hacia afuera. 59
Esto explica el pseudomasoquismo del sadismo. Expulsado el yo al exterior, el sádico se identifica
con el dolor infringido a sus víctimas. Nada tiene que ver con el masoquismo del auténtico
masoquista.
Respecto el masoquismo, el yo triunfa y expulsa el superyó afuera bajo la figura de la mujer
déspota. A diferencia del sadismo, aquí la instancia expulsada no es negada, sino denegada, o sea,
conserva su función. El superyó continúa siendo castigador, aunque denegado a modo de caricatura,
pues las prohibiciones del superyó son para el masoquista las condiciones para alcanzar el placer.
Igual que pasaba en el sadismo, encontramos en el masoquismo un pseudosadismo que nada tiene
que ver con el sadismo del verdadero sádico.
El sadismo va de lo negativo a la negación: de lo negativo como proceso parcial de destrucción que
se repite indefinidamente, a la negación como idea total de la razón. Para entender este movimiento
es menester entender el funcionamiento del superyó en la perversión sádica. Como el superyó exilia
al yo y lo proyecta en sus víctimas, el sádico se encuentra siempre ante un proceso de destrucción
que debe iniciar una y otra vez. Y como el superyó funda un extraño ideal del yo (identificarse con
sus víctimas), totaliza los procesos parciales, los supera hacia una idea de la negación pura que
constituye el frío pensamiento del superyó.
Por otro lado, el masoquismo va de la denegación al suspenso: de la denegación como proceso que
se libera de la presión del superyó, al suspenso como encarnación del ideal. La denegación es un
proceso cualitativo que le cede a la madre la ley y la posesión del falo. El suspenso representa la
nueva cualificación del yo, el ideal de renacimiento a partir de ese falo materno sin intervención
alguna del padre. Entre ambos, denegación y suspenso, se desarrolla una relación cualificada de la
imaginación en el yo, muy distinta de la relación cuantitativa del pensamiento en el superyó, puesto
que la denegación es una reacción de la imaginación, tanto como la negación es un acto del
pensamiento.
“Al frío pensamiento del sádico se opone la imaginación helada del masoquista”60. El sádico se
entrega a la tentativa de identificación. Para ello toma la imagen paterna para producir un superyó
capaz de establecer un ideal del yo como ideal de autoridad que da cabida a un origen exterior al
narcisismo. En cambio, el masoquista se entrega a la tentativa de idealización. Para ello utiliza la
figura de madre como reflejo especular capaz de producir el yo ideal en tanto ideal narcisista de
59 Ibíd., 125.
60 Deleuze, 2008, 129.
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
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omnipotencia.
4.10. EROS Y TÁNATOS.
Freud postuló ya en la etapa final de su vida y obra que había algo más allá del principio de placer.
Hablar de más allá no implica hablar de una excepción, pues todo termina por conciliarse con el
principio de placer, ya sean las situaciones aparentemente displacenteras, las repeticiones
perniciosas o el peor de los síntomas. “En síntesis, no hay excepción al principio de placer, aunque
existan singulares complicaciones del placer en sí”61. Empero que nada desentone con el principio
de placer, no significa que todo proceda de él.
(...) el principio de placer reina por encima de todo pero no lo gobierna todo. No hay excepción al principio, pero hay un
residuo irreductible al principio. No hay nada contrario al principio, pero hay algo exterior, y heterogéneo al principio:
un más allá...62
Ese algo no explicable a partir del principio de placer se debe a la existencia de su contrapartida: la
pulsión de muerte. “Más allá de Eros, Tánatos. Más allá del fondo, lo sin-fondo. Más allá de la
repetición-lazo, la repetición-goma, que borra y mata”63. Es la energía que lleva a la destrucción del
prójimo y de uno mismo, pero también es la energía que equilibra la pulsión de vida. Eros y Tánatos
conviven como las dos caras de la misma moneda, por lo que toda destrucción conlleva una
construcción y toda separación una unión. La negación no es posible en el inconsciente, puesto que
los opuestos van de la mano 64.
La pulsión tanática es la envoltura exterior común a ambas perversiones. Eros es desexualizado y
Tánatos resexualizado, y en medio de este proceso el placer y la repetición se han intercambiado los
roles. En el sadismo y en el masoquismo no se repite lo que en su momento ocasionó placer, sino
que la repetición baila sola y el placer sigue sus pasos, haciendo que el principio de placer deje de
ser la brújula de nuestra psique. “El hecho de que el dolor y el displacer puedan dejar de ser una
mera señal de alarma y constituir un fin, supone una paralización del principio del placer: el
guardián de nuestra vida anímica habría sido narcotizado”65.
4.11. NO COMPLEMENTARIEDAD.
A Deleuze no le satisfacían las teorías psicoanalíticas defensoras del binomio sadismo y
masoquismo. Propuso que la vuelta de la energía hacia el propio sujeto implica una
desexualización, un abandono de las metas sexuales. Entonces cabe imaginar un sadismo vuelto
contra el yo de un superyó ejerciéndose de forma sádica contra el yo, sin que por ello exista
masoquismo del yo. Para que haya masoquismo debe haber una resexualización de esa energía,
caracterizada por el deseo de ser castigado: la punición resuelve la culpa y la angustia, posibilitando
el placer sexual. Por otro lado, como la vuelta contra el yo remite a un estadio en el cual el superyó
es sádico pero desexualizado, implica que es además un estadio activo (“yo me castigo”, propio del
61
62
63
64
65
Deleuze, 114.
Ibíd., 115.
Ibíd., 117.
Deleuze, 2008, 118.
Freud, 1924, 2752.
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
neurótico obsesivo). Pero el masoquismo, en su proceso de resexualización, se convierte en un
estadio pasivo (“me castigan”), el cual implica una proyección mediante la cual una persona del
exterior asume el papel de sujeto (la mujer verdugo).
No existe, por tanto, una complementariedad real entre sadismo y masoquismo. “Se evitará en todo
caso tratar el sadismo y el masoquismo como perfectos contrarios, salvo para decir que los
contrarios se rehúyen, que cada cual huye o perece...”66. Asimismo, la pareja sadomasoquista no es
posible. El verdadero sádico busca una víctima que sufra, no un masoquista que goce; e igualmente
el masoquista busca instruir a un verdugo bajo el modelo específico de su fantasía, no quiere un
sádico que impone sus propias normas. El supuesto masoquista de la escena sádica no es
masoquista realmente, sino un componente del sadismo, de igual forma que la figura sádica de la
escena masoquista es en realidad un componente del masoquismo.
(...) si la mujer-verdugo no puede ser sádica en el masoquismo, es precisamente porque está en el masoquismo, porque
forma parte de la situación masoquista, en su carácter de elemento realizado del fantasma masoquista: ella pertenece al
masoquismo. No en el sentido de que tendría los mismos gustos que su víctima, sino porque tiene ese “sadismo” que no
encontramos jamás en el sádico y que es como el doble o como la reflexión del masoquismo. Otro tanto se dirá del
sadismo: la víctima no puede ser masoquista, pero no simplemente porque el libertino se desconcertaría si ella sintiera
placer, sino porque la víctima del sádico pertenece enteramente al sadismo, es parte integrante de la situación y se
muestra, aunque parezca increíble, como el doble del verdugo sádico (...).67
Y ni siquiera esta unión entre el sádico y el masoquista con su partenaire es una relación verdadera,
pues el perverso está encerrado en su propio mundo, ciego y sordo de toda comunicación.
Tal vez cada uno de ellos, el sádico y el masoquista, escenifican un drama suficiente y completo con personajes
diferentes, sin nada que los ponga en comunicación ni por dentro ni por fuera. Mal que bien, solo hay comunicación en
el normal.68
El lenguaje del masoquista no es compatible de modo alguno con el del sádico porque desaparecería
ante él.
El amo es el que habla, el que dispone del lenguaje en su totalidad; el objeto es el que calla, permanece marginado, por
una mutilación más absoluta que todos los suplicios eróticos, de cualquier acceso al discurso, pues ni siquiera tiene
derecho a recibir la palabra del amo (...).69
Finalmente, si bien ambos, sádico y masoquista, poseen el complejo placer-dolor, “cabe preguntarse
si su ‘ojo’, órgano común a ambos, no es un ojo bizco” 70. Aunque los dos comparten la vivencia de
esta dualidad no tienen por qué hacerlo de la misma forma. El complejo placer-dolor puede tomar
múltiples formas y expresiones.
Resumiendo, el sadismo y el masoquismo son dos estructuras diferentes y no funciones
transformables.
66
67
68
69
70
Ibíd., 72.
Ibíd., 44-45.
Ibíd., 49.
Barthes, 1997, 42.
Deleuze, 2008, 50.
De Santiago Herrero, F. C., García-Mateos, M. M., Lin-Ku, A. y Sánchez-Gil, L. M. (2018). Precisiones
terminológicas sobre el sadismo. Anuario Internacional de Criminología y Ciencias Forenses, 3, 157-181.
5. CONCLUSIONES.
Tras las indagaciones de Deleuze acerca del personaje sádico y del personaje masoquista, no parece
que el binomio freudiano del sadomasoquismo pueda existir.
Pero más allá de este cuestionamiento acerca de si el sadismo y el masoquismo son o no
complementarios, las obras del Marqués de Sade y de Leopold von Sacher-Masoch no dejan
indiferente a nadie. Pueden provocar admiración, repulsión, o una mezcla de ambas, pero siempre
remueven emocionalmente, tal vez porque “donde el escándalo es extraordinario, el respeto es
extremo”71. Todos llevamos un Sade y un Masoch dentro de nosotros; todos albergamos, aunque sea
de forma reprimida, un monstruo en nuestro interior, así que estudiar sus obras y sus pensamientos
nos acerca un poco más a la comprensión del hombre.
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