Todos/as hemos usado la palabra “sadismo”, ya que es un término que, a nivel popular, se usa con frecuencia. Pero ¿qué sabemos acerca del sadismo?

A menudo lo relacionamos con determinadas prácticas sexuales sadomasoquistas, popularizadas recientemente por el libro y la película “Cincuenta sombras de Grey”. En otras ocasiones, relacionamos el sadismo con personas extremadamente agresivas, como los psicópatas o los asesinos en serie.

Fijarse sólo en los casos más extremos es dejar en la sombra todos aquellos casos que pertenecen a un continuo que empieza con el sadismo más sutil. Un sadismo que prácticamente burla nuestra conciencia y que se mantiene en la sombra, como si no existiera, pero que está. Y está presente en el jefe o el compañero de trabajo que parece disfrutar humillando a los demás, en la profesora que intimida al alumno, en los compañeros de clase que se ríen, se burlan y acosan al compañero, en la cuidadora de una residencia de abuelos que maltrata a la gente mayor más incapacitada, en los adolescentes que intimidan, etc. Casos como estos hacen pensar que el sadismo es más normal y habitual de lo que en un primer momento podríamos suponer.

Este artículo nace con la intención de dar respuesta a algunas preguntas: ¿qué es el sadismo?, ¿existe la personalidad sádica en los manuales diagnósticos más actuales usados en psicología o psiquiatría?, ¿somos todas las personas susceptibles de presentar rasgos o tendencias sádicas bajo determinadas circunstancias?

¿Qué es el sadismo?

El término fue acuñado por el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing en el 1898. Autor de numerosas obras entre las que destaca “Psychopathia sexualis”, el primer libro dedicado enteramente a lo que entonces se consideraban “desviaciones sexuales”. Se le considera el iniciador de la clasificación y sistematización de la patología sexual. Para la creación del término “sadismo” y su descripción, se basó en la obra del Marqués de Sade, filósofo y escritor francés del siglo XVIII, autor de una serie de obras en las cuales la descripción de parafílias y actos de violencia son temas recurrentes.

En los orígenes del concepto “sadismo” vemos claramente una relación directa del término con determinadas prácticas sexuales que en aquel momento se consideraban patológicas. En los manuales más modernos usados actualmente en psicología y psiquiatría sigue existiendo el “trastorno de sadismo sexual”, como una categoría diagnóstica de patología mental. Pero el “sadismo” en las prácticas sexuales no siempre es considerado patológico (más adelante veremos dónde se encuentran los límites entre lo “no patológico” y lo “patológico).

A pesar de que, en los orígenes del término, el sadismo tiene connotaciones principalmente sexuales, el sadismo no tiene un carácter exclusivamente sexual y se refiere a la obtención de placer derivado del dolor de otro ser vivo.

La personalidad sádica o los rasgos y comportamientos sádicos afectan a todas las relaciones sociales (no sólo a las sexuales) y se dan a nivel cognitivo, emocional, conductual y social.

Natalia Albaladejo-Blázquez, del Departamento de Psicología de la Salud de la Universidad de Alicante, describe las características de las personas con trastorno sádico de la personalidad teniendo en cuenta los diferentes ámbitos:

  • Ámbito comportamental: carecen de autocontrol. Son irritables, se encolerizan ante la menor frustración. Ejercen control (desde una mirada hostil hasta el castigo físico severo). Aunque también cometen actos de violencia afectiva, su violencia es más bien instrumental, con el fin de intimidar y controlar para obtener la gratificación esperada.
  • Relaciones interpersonales: son agresivos, especialmente con los que perciben inferiores. Irónicos, mordaces, coaccionan, intimidan o amenazan a los demás. Buscan y logran posiciones sociales que le permiten ejercer control y tener oportunidad de ejercer castigos.
  • Plano cognitivo: son frecuentemente rígidos y dogmáticos. Tienen principios autoritarios e intolerantes: los que no piensan como ellos carecen de valor. Actúan de forma prejuiciosa, son hipersensibles ante lo que interpretan como una burla. Tienden a interpretar negativamente las intenciones de los demás. Suelen tener intereses inusuales: campos de concentración, atrocidades, magia negra, perversiones sexuales, etc.
  • Plano afectivo: no sienten remordimientos. No sienten vergüenza, ni sentimientos de culpa. Es incapaz de empatizar con su víctima.”

 Sadismo: ¿normal o patológigo?

 Ésta, es una pregunta difícil de responder. Personalmente diría que el sadismo es más normal de lo que solemos creer, ya que, si entendemos por normal lo que es habitual, y relacionamos el sadismo con la humillación, la burla, la ironía, el sarcasmo, el abuso de poder, el castigo o la intimidación, etc., no podemos negar que está presente en nuestro día a día, formando parte de nuestro entorno más cercano, de contactos sociales esporádicos o a través de los medios de comunicación. Además, podemos percibirlo en adultos pero es frecuente observarlo en la interacción entre niños y niñas a menudo como una forma de juego. De todos modos, que sea normal no significa que no pueda llegar a ser un problema.

Seguramente el concepto “sadismo”, por su conexión con el sexo y la agresividad, se ha convertido en un tabú, en algo que nos inquieta, que se experimenta sin ser nombrado, o que se etiqueta con otras palabras. Si el sadismo forma parte de nosotros, de nuestro día a día, de nuestra sociedad o de nuestra naturaleza humana, parece que, en algunos casos, preferimos mirar hacia otro lado y mantenerlo en la sombra. Pero la sombra no desaparece cuando cerramos los ojos, desaparece cuando la enfocamos con una luz.

Cuando el sadismo se convierte en un problema, poder detectarlo, verlo, nombrarlo y, en definitiva, hacerlo consciente y sacarlo a la luz, es el primer paso para poder trabajar con él. Y el sadismo es un problema cuando genera malestar y sufrimiento a alguien que no lo quiere padecer.

Para hablar de sadismo patológico debemos buscar en los manuales de psicopatología. Habitualmente, en psicología, se considera patológico aquello que produce un malestar clínicamente significativo a la persona que presenta el trastorno o a las personas de su entorno o que causa algún tipo de deterioro en la vida de la persona.

Si buscamos en la última versión del Manual diagnóstico de los trastornos mentales, editado por la American Psychiatric Association en 2013: el DSM-5, usado ampliamente como referente en el diagnóstico de la patología mental a nivel mundial, no encontramos el trastorno sádico de la personalidad.

Este trastorno aparece en la edición de 1987, en el DSM-III-R, en el apéndice “Categorías diagnósticas propuestas que requieren estudios ulteriores”. Y se usan los siguientes criterios para su diagnóstico: un patrón de conducta cruel, vejatoria y agresiva que empieza al principio de la edad adulta, que no se dirige únicamente hacia una persona, ni ha tenido como único fin la excitación sexual. Y que se manifiesta por la presencia repetida de al menos cuatro de las siguientes características:

  • humillar o dar un trato vejatorio a alguien en presencia de otros
  • tratar o castigar con excesiva dureza a algún subordinado (por ejemplo, a un niño, un alumno, un detenido o un paciente.
  • divertirse o disfrutar con el sufrimiento físico o psicológico de otros (incluidos los animales)
  • mentir con el fin de causar daño o herir a otros, no solo para lograr algo.
  • conseguir que otros hagan la propia voluntad atemorizándoles (desde la intimidación hasta el terror).
  • restringir la autonomía de la gente con la que se tiene una relación más estrecha.
  • fascinación por la violencia, las armas, las artes marciales, las heridas o la tortura.

De todos modos, en la siguiente versión: el DSM-IV, publicado en 1994 se elimina este trastorno y ya no aparece tampoco en la versión actual.

Mientras que el el trastorno sádico de la personalidad sólo apareció en un apéndice, como algo a seguir estudiando, el “Trastorno de sadismo sexual” sí que se incluye en las distintas versiones del manual, incluida la más reciente publicada en 2013 y que para el diagnóstico del trastorno requiere: excitación sexual intensa y recurrente derivada del sufrimiento físico o psicológico de otra persona, cumpliendo los deseos sexuales irrefrenables con una persona que no ha dado su consentimiento, o en el caso de que los deseos o fantasías sexuales causen malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o en otras áreas del funcionamiento.

Así pues, el sadismo, sí que se ha considerado una entidad patológica diagnosticable, cuando se refiere al ámbito de la sexualidad, pero el sadismo, como un trastorno general de la personalidad parece que ha generado controversia entre la comunidad científica.

La persona sádica ¿nace o se hace?

El sadismo es un tipo de agresividad, aunque no todas las formas de agresividad implican sadismo. Negar que las personas somos agresivas es negar una parte de nosotras mismas. En ocasiones la expresión de la agresividad es tan sutil que puede pasar inadvertida o confundirse con otra cosa. Aceptar que somos agresivos no significa que podamos permitirnos expresar esta agresividad a nuestro antojo. Vivimos en sociedad y el respeto hacia las otras personas es básico para mantener una buena convivencia.

Reconocernos como seres agresivos nos permite conocernos y poder trabajar para canalizar esta agresividad de la forma más sana posible. Y lo mismo ocurre con el sadismo. No todas las personas muestran rasgos sádicos de forma habitual, pero sí que pueden mostrar alguna conducta o actitud sádica y es importante ser conscientes de ello. No se trata tanto de juzgar y etiquetar, se trata de observar, identificar y si detectamos un problema, buscar la manera de solucionarlo.

Si la persona sádica nace o se hace, es una pregunta difícil de contestar. Muchos niños y niñas muestran comportamientos, actitudes, rasgos, tendencias, ideas y pensamientos que nos hacen pensar en el sadismo, como por ejemplo cuando juegan a tirar piedras a un animalito o cuando si ríen molestando a otro compañero, pero a no ser que se trate de casos especiales, lo consideramos normal porqué son niños y niñas. Algunas de estas formas de sadismo en la infancia, pueden desaparecer con el tiempo o convertirse en formas muy sutiles de control, humillación e intimidación hacia los demás.

Algunos autores han intentado buscar el origen de las personalidades sádicas, y existen hipótesis que apuntan hacia modelos familiares con estructuras de personalidad sádica que son copiadas por los niños/as, otros sugieren la existencia de procesos represivos y frustraciones más o menos inconscientes que se expresan mediante la agresividad, el abuso de poder, el control o la humillación hacia los demás. O ven en el sadismo una forma de rivalidad ante el deseo de ser el preferido o el mejor, que genera odio hacia los otros y una intensa satisfacción cuando se demuestra que el otro es inferior.

El sadismo puede ser difícil de detectar porqué implica sentir placer o satisfacción ante el dolor ajeno, pero no siempre esta satisfacción se observa con facilidad. Puede que ni la persona sádica sea consciente de tal gratificación porqué ésta, es a menudo negada por quién la experimenta ya que el sadismo genera un gran rechazo social. Posiblemente la satisfacción se presente bajo una sutil sensación de alivio, de una leve disminución de la tensión, o se justifique y se esconda bajo la creencia de que en realidad lo que hacemos es por el bien del otro, como ocurre en el caso de los castigos. En los casos más graves de sadismo se suele considerar a la otra persona como un simple objeto, como si no fuera una persona, esto “permite” a la persona sádica tener derecho a humillar, someter, controlar, etc. como ocurría con la esclavitud.

En los medios de comunicación cada vez existe más violencia explícita. Si las imágenes que muestran el sufrimiento de los demás hacen subir las audiencias, ¿significa que las personas somos sádicas por naturaleza?, ¿disfrutamos con las escenas violentas, aunque aparentemente nos horrorizan?, ¿porqué las buscamos? ¿es que somos masoquistas y nos gusta sufrir?, ¿o simplemente es que nos hemos acostumbrado y ya no nos afectan?

En la antigua Roma, muchos disfrutaban asistiendo a los Circos o anfiteatros contemplando cómo los gladiadores sufrían y luchaban a muerte entre ellos o enfrentándose a animales salvajes. Se habla de algunos emperadores romanos como personas sádicas que humillaban, torturaban, aterrorizaban a sus víctimas. ¿Somos sádicos cuando nuestra sociedad nos lo permite?

El esclavismo, el racismo, el machismo, el abuso de menores, el nazismo, las distintas dictaduras, las guerras etc., a lo largo de la historia, han considerado que determinadas personas eran seres superiores frente a otro tipo de personas que eran consideradas inferiores. Estas diferencias de poder, junto con el permiso social más o menos explícito, han dado lugar a humillación, intimidación, castigo, abuso de poder y en definitiva a distintas formas de sadismo que se mantienen gracias a unas estructuras sociales que en cierta forma lo permiten. ¿Se mantiene el sadismo por la satisfacción que se siente al considerarse mejor?, ¿es el sadismo algo que forma parte de la naturaleza humana y sólo es necesario que se den determinadas condiciones para que aparezca? En el sadismo intervienen muchos factores y no se puede generalizar. Tanto si se analiza como un fenómeno social o cultural, como si nos encontramos ante un caso concreto, se deben contemplar distintos factores.

Existen algunos estudios que apuntan hacia una cierta vulnerabilidad en algunas personas que nos puede llevar al sadismo ante determinadas circunstancias. Vemos dos de estos estudios:

El experimento de Stanford y el experimento de Millgram

Durante el verano de 1971, un grupo de científicos de la Universidad de Stanford realizaron el famoso “Experimento de la cárcel”, dirigido por el profesor de psicología social Philip Zimbardo y financiado por la Marina de Guerra de EE.UU., con el objetivo de explicar los conflictos que se daban en su sistema de prisiones.

Se seleccionaron 24 voluntarios, todos ellos estudiantes universitarios, saludables y estables psicológicamente. Y se dividió el grupo de forma aleatoria en dos subgrupos: prisioneros y guardias. El experimento se llevo a cabo en un sótano de la Universidad que imitaba una cárcel y se les proporcionó un uniforme real: porras, silbatos, gafas de espejo para evitar el contacto visual, para los” guardias”. Y batas de rayas, chanclas de goma y cadenas para los “prisioneros”. Se organizó un régimen carcelario y los “presos” fueron desnudados, inspeccionados, despiojados y desinfectados.

Lo que ocurrió durante aquel experimento causó un enorme shock que acabaría inspirando la creación de numerosos artículos, libros y tres películas. Ya que a partir del segundo día los estudiantes olvidaron que se trataba de ficción y empezaron a mostrar conductas abusivas que se convirtieron en sádicas. Los “guardias” tenían instrucción de no causar daño físico a los presos, pero realizaron todo tipo de violencia psicológica: les obligaban a dormir en el suelo, los desnudaban, les ponían bolsas de papel sobre sus cabezas, etc. Algunos “presos” tuvieron ataques de nervios, mostraron desórdenes emocionales y se declararon en huelga de hambre. El experimento, que tenía que durar 2 semanas, se suspendió a los 6 días.

b- Años antes, en 1963, el psicólogo Stanley Milgram realizó una serie de experimentos de psicología social, en la Universidad de Yale, uno de ellos fue el “Estudio del comportamiento de la obediencia” a fin de probar la disposición de un participante para obedecer órdenes de una autoridad, a pesar de que ello puediera entrar en conflicto con su conciencia o moral personal. El estudio se inspiró en los juicios de Nuremberg durante los cuales, la mayoría de acusados de crímenes del nazismo, tras la Segunda Guerra Mundial, se defendieron alegando que tenían que seguir las órdenes de sus superiores. ¿Es posible que el millón de personas que fueron cómplices del holocausto, simplemente obedecieran órdenes?.

El estudio de Milgram, resultó ser controvertido ya que engañó a los participantes diciendo que se trataba de un estudio sobre memoria y aprendizaje, y dividió a un grupo de 40 estudiantes en “profesores” que supuestamente tenían que poner a prueba la memoria de los “estudiantes”. La consigna era que tenían que castigar los errores con una descarga eléctrica, teniendo en cuenta que la potencia máxima resultaba peligrosa y podía producir un choque. Los “profesores” no veían a los “estudiantes”, que estaban en otra habitación. Y en realidad la máquina no emitía voltaje, pero los “profesores” escuchaban una serie de gritos que eran en realidad grabaciones.

Los resultados fueron inquietantes, ya que, a pesar de los gritos, el 65% de los “profesores” siguiendo las órdenes recibidas, acabaron aplicando la descarga máxima. Mostrando que la mayoría de los participantes estaban dispuestos a obedecer a la autoridad a pesar de que ello causara daño físico a otras personas.

Estos dos estudios, ambos polémicos y controvertidos, abren el debate ante la pregunta de si la mayoría de nosotros/as, bajo determinadas circunstancias, podemos mostrar conductas o comportamientos que no tienen nada que ver con la idea y las creencias que tenemos sobre nosotros/as mismos/as, como podrían ser las reacciones sádicas.

En este artículo hemos podido ir viendo que el sadismo no es siempre algo extremo, ya que puede presentarse en formas muy sutiles, que están presenten en nuestra vida cotidiana de una forma más frecuente de la que, de entrada, podríamos pensar.

A pesar de que algunas formas de sadismo, concretamente determinadas prácticas sexuales pueden ser consentidas y deseadas por la otra persona, en la mayoría de los casos, el sadismo, por muy sutil que sea, por definición, causa dolor y sufrimiento no deseado por los demás y aunque sólo se considera patológico en sus formas más extremas, el sadismo es un problema para las personas que lo reciben, pero también lo puede ser para la persona sádica que acaba viendo como las personas de su entorno la rechazan. Por ello es importante que podamos verlo y detectarlo para poder trabajar con este aspecto que causa sufrimiento y dolor.

En el centro de Psicología Canvis de Barcelona, nuestro equipo de profesionales te puede acompañar y orientar en el proceso de detectar si tu o alguna persona de tu entorno muestra actitudes o comportamientos típicamente sádicos, para poder trabajar estos aspectos que pueden estar afectando tu bienestar en tu día a día.