ARTÍCULOS DE NUESTROS USUARIOS: El Sádico

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de Noticias Recon

07 septiembre 2018

Por nuestro usuario Alex326

Soy un sádico, y como tal me pone cachondo infringirles dolor a los demás. Me gusta humillarlos, degradarlos. Me la pone dura. Cuanto peor lo estén pasando, y cuanto más dicen lo mal que lo están pasando, más me gusta el rollo. Soy un vampiro emocional: un Sádico que busca Masoquistas y tantear los límites de dolor y aguante para alimentarme de su energía psíquica.

Sin embargo, a diferencia de lo que hace un vampiro real, tenemos que empezar con una negociación. El chico tiene que saber en lo que se está metiendo. Hablamos de todas las cosas que voy a hacer y le garantizo que NADA de lo que pase será sin su consentimiento. Puede que un par de cosas se quiten de la lista, o se dejen para otra ocasión. Especificamos como podrá comunicar sus deseos y cómo podremos comprobar que todo va bien. Mientras le acaricio la piel, le digo que le preguntaré cómo está, y si él dice VERDE, eso significa que todo va bien. Le toco los pezones un poco y me doy cuenta de que su respiración se acelera un poco, mientras le digo que si el pronuncia la palabra AMARILLO, eso quiere decir que quiere que baje el ritmo un poco. Luego, con más presión, la necesaria para hacerle retorcerse un poco, le digo que ROJO significa que quiere parar, y que ese descanso será tan largo como él quiera. Después, con un pellizco fuerte en el culo le susurro al oído que VIOLETA significa la finalización de la sesión inmediatamente.

Pero, y si no puedo hablar, pregunta dudando. Después de reprenderle por adelantarse un capítulo, le garantizo que pasaremos de las palabras a los golpes con los dedos, las manos o los pies. Una palmada es VERDE, hasta cuatro, que es VIOLETA. Mi cuerpo no estará a más de un centímetro del suyo, le prometo que no le inmovilizaré o ataré de tal forma que no pueda comunicarse. Le digo que es importante comprender que ÉL es el que controla la situación al final del todo, controla lo que le pasará a su cuerpo y me puede hacer parar en cualquier momento. De esta forma, se relaja completamente, pero también noto que está totalmente excitado. Cuando le toco, la cercanía de nuestros cuerpos, mis palabras, nuestra negociación, su consentimiento, todo está en orden. Le pregunto si está listo, ¿si aún quiere hacer esto? Me dice la palabra que he estado esperando…

SÍ…

Para mí, una buena sesión empieza con una mordaza de metal como la humillación básica. Parece muy simple al principio, cuando la boca del chico queda abierta con las barras de metal y la correa ajustada de tal forma que casi es incómoda. Poco a poco te das cuenta de que no tiene control de su boca. La sesión comienza.

Normalmente le doy al sumiso la posibilidad de elegir los instrumentos que él quiera del Muro del Dolor, en el que se exponen todos mis instrumentos de impacto. ¿Será el bastón o la paleta? Si es la primera vez que jugamos, y me precede mi reputación, normalmente escogen el que creen que va a doler menos. Nunca selecciono el que han elegido. Si ya hemos jugado antes, sabrán de qué va el tema, tomarán la posición: arrodillados de forma sumisa, el culo hacia arriba, la frente tocando el suelo, esperando instrucciones. Sea cual sea su elección, unos minutos después de empezar la sesión y ya estará babeando sin poder controlarse, sobre todo si el juego es intenso (siempre lo es). El sumiso querrá que le quite la mordaza antes o después, y desde luego que estoy obligado a hacerlo…a un cierto precio. La vida está llena de elecciones y dilemas, pero de eso hablaremos otro día.

En el subidón sádico de azotar se trata de observar y participar en el viaje de aguante del sumiso cuando se sobrepone de forma voluntaria a las señales que envía su cuerpo. Ya sea el sumiso novato o muy experimentado, siempre se encojen de miedo cuando sienten el dolor punzante las primeras veces. Normalmente no le inmovilizo porque, ¿dónde está la diversión así? Es más divertido para mí si el sumiso se queda de forma voluntaria en el mismo lugar y no se mueve porque SE LO DIGO YO, no porque las cuerdas no le dejen moverse, o las esposas, o el plástico de envolver. También me gusta golpear partes del cuerpo que no se espera, para desequilibrar al sumiso y llevar la sesión a otro nivel, a un nivel inesperado.

¿Por qué golpear solo las nalgas cuando la parte interna del muslo es perfecta? Has oído hablar del CBT, ¿pero le has trabajado a alguien el ojete con un bastón? Puede que sea capaz de aguantar golpes repetidos en la parte superior de la espalda, pero si le das en los pies (bastinado), va a retorcerse de dolor en cero coma. Todas estas sensaciones inesperadas y nuevas suben de tono la energía de la sesión.

Me gusta más dar azotes con la mano que con un bastón por la intimidad que hay. Me gusta estar en el espacio personal de alguien a la hora de azotarle. Le tocas en lugares íntimos y de maneras íntimas. Puede que le estés metiendo el dedo por el culo mientras le azotas o le pellizcas los pezones. Cuando azoto a un sumiso veo como la piel cambia de color y de textura. Cuando le toco, siento como sube la temperatura. Puedo pasar las puntas de mis dedos y las palmas de mis manos sobre su piel para que se le ponga la piel de gallina y aumentar así la sensación que tiene, pasando por un intervalo que finalizo cuando le agarro la parte inferior de su polla y las pelotas y APRIETO. Su resoplido de sorpresa es música para mis oídos. Ahora es el momento de pasar al siguiente nivel de diversión.

¿Solo golpes con el bastón? ¿O azotes con la mano? Esas actividades son los medios que nos llevan a la meta, al igual que cuando le trabajas los pezones a un tío con las pinzas, la meta es quitárselas. Hay tantas cosas divertidas que se pueden hacer con un cuerpo que ha sido expuesto a una buena sesión. Si tiene cosquillas en los pies, la sensación se magnifica después de una sesión de bastinado. El roce más suave sobre una espalda trabajada con el bastón o un trasero azotado puede ser una agonía exquisita. Un río de alcohol extendido por unas marcas profundas en la piel es una verdadera tortura. ¡Todos sabemos lo divertido que puede ser jugar con un ojete bien trabajado! Juntos, el sumiso y yo podemos darnos un verdadero viaje de sensaciones, intercambiando energía al probar todas las actividades que nos apetezcan o combinándolas. Al final, la sesión tiene que finalizar y la forma en la que os cuidáis el uno al otro es la última oportunidad de intercambiar vuestras energías después del subidón de la sesión.

La mayor parte de la conversación sobre los cuidados posteriores se centra en el sumiso, evidentemente, si pensamos en lo que ha soportado. Como soy Sádico, mis cuidados posteriores se centran en eliminar el exceso de energía emocional que he acumulado durante la sesión, y en recuperar la respiración, en lo que se refiere a lo físico. Los abrazos son una forma beneficiosa para los dos de cumplir estos dos objetivos.

Me preocupaba que los estilos de juego que prefiero pareciesen dejar claro que daban signos de que tenía problemas para gestionar la ira. Quizá me hacía falta ir a terapia. Al ir introduciéndome más en la comunidad, he descubierto que hay otros como yo. Hombres y mujeres a los que les gustas infringir dolor, humillar a los demás. Sádicos a los que les pone el intercambio de energía emocional. Esto no quiere decir que esté enfadado con mis compañeros de juegos o que les quiera herir. No estoy convirtiéndome en un asesino en serie, o perfeccionando mi modus operandi escondiéndolo en juegos sexuales. Todos aquellos a los que les doy azotes o con los bastones quieren estar donde están. Cada ojete que me trabajo pide más. Aunque me ponen los gemidos, gritos, e incluso sus lágrimas, mi compañero de juegos también se está poniendo cada vez más cachondo, no solo por la sensación física de lo que le están haciendo sino también al ofrecerme esa energía psíquica. ¡El intercambio de poder es como una droga dura!

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